ABD AL-RAHMAN I BIN MUAWIYA Y LA SEGUNDA DINASTIA OMEYA
La historia del emir omeya en
al-Andalus, ۶Abd Al-Rahman I bin Mu۶āwiyah
bin Hišam bin ۶Abd al-Malid bin Marwān (113 hegira/731 era cristiana), se desenvuelve entre hechos singulares a los cuales
las tradiciones posteriores, le han añadido rasgos divinos y de predestinación,
ya sea con el fin de legitimar su posterior califato en la península Ibérica o
con el fin darle mayores rasgos de grandeza. Ello dio pauta a historiadores
como Ahmad al-Razi (d. 955).
‘Īsā Al-Rāzī,
muerto en el 989, y ‘Arīb ibn Sa‘īd, muerto en el 980, realizaron sus trabajos
sobre la historia de esta dinastía. Lo mismo sucedió con los intelectuales de Al-Andalus,
para que sus califas y la capital de Córdoba pudieran competir en grandeza y
tradición histórica con Bagdad y luego con el Cairo, y con el fin de legitimar
su califato tanto históricamente como en forma divina. Así, por ejemplo, los ۶abbasíes y los fatimíes también promovieron la historia
oficial de sus reinos, especialmente durante sus periodos de consolidación,
para a su vez conferir autenticidad a sus reclamos sobre el califato y para
legitimar la posición de sus gobiernos, para lo cual usaron algunas narrativas
históricas.[1]
Entre los trabajos que se escribieron para
justificar históricamente la nueva dinastía omeya, con aires de divinización y
predestinación al califato, están: los reportes anónimos de la Conquista de
al-Ándalus, Akhbar majmi‘a fafath
al-Andalus, y la Historia de la Conquista de Al-Ándalus, Ta’rikh iftitah al-Andalus de Ibn
al-Qūtiyya (muerto en el 977), señalando de antemano que el territorio
comprendido de Al-Andalus ya era parte de la herencia del califato omeya desde
antes de la llegada de Al-Rahman I a la zona, reafirmando así la legitimidad de
la subsiguiente dinastía. Estas obras presentan grandes aportes sobre las
investigaciones de este periodo histórico, a pesar de que se realizaron bajo
ciertos intereses particulares, donde algunos sucesos parecen estar mezclado
con fantasías y exageraciones y resaltan más algunas acciones que otras, sin
embargo, no dejan de proveer información y discusiones substanciosas.[2]
Durante las conquistas
musulmanas, y especialmente bajo el mandato de los sucesores del califa Omeya ۶Abd Al-Malik (685-705) y Al-Walīd (705-715), los avances
musulmanes se sucedieron en tres direcciones: Constantinopla, Asia Menor, norte
de África y la península Ibérica. Después de la conquista de Egipto los
ejércitos árabes continuaron su avance por todo el norte del continente africano,
fundando a su paso ciudades y campamentos militares, enfrentándose contra
diversos grupos de beréberes, a los cuales de una forma u otra iban
incorporando al islam; ello principalmente sucedió al oeste de Ifriquiya
(Tunisia 670) y fundaron las ciudades de Qayrawan, Trípoli, Tunis, Tobna y
otras en antiguos fuertes bizantinos como base de operaciones. Tomaron Cartago
y sometieron a las tribus del centro y oeste del Magreb (698); y se dice que ya
desde el 26/647-8, Según fuentes cristianas, los primeros contactos fueron en
el 672-680; `Uthman bin `Affan había enviado a `Abd Allah bin Nafi` bin
al-Husayn y a `Abd Allah bin Nafi bin `Abd al-Qays a España vía Ifriquiya y por
mar, pero parece que mejor prefirió irse a Ifriquiya. Según algunas versiones
de al-Tabari, los musulmanes no solo conquistaron España, sino también
“Afranjah”, identificada como Portugal, sin embargo son datos que no han podido
confirmarse y parecen poco probables.[3]
Hay que recordar que la completa
conquista de Ifriquiya (Túnez), en realidad no se realizó sino hasta el 670 por
`Uqba bin Nafi`.[4]
Sin embargo la
necesidad de desarrollar una fuerza marítima musulmana sí se vio desde muy
tempranos tiempos, durante los reinos de `Umar y `Uthman, primer y tercer
califa, por la necesidad del control del Mediterráneo para neutralizar a la
flota bizantina y el comercio, y para garantizar la seguridad del norte de
África; pero por el momento sólo se pudieron hacer algunas expediciones al
norte de África sobre la costa para obtener botín. El entonces gobernador de
Siria Mu`awiyah I, siempre estuvo ansioso de enfrentar a los romanos en el mar,
y lo mismo le sucedió al gobernador de Egipto a quien incluso se le preemitió
construir una flota después de la segunda conquista de Alejandría.[5]
La conquista
del Magreb fue extremadamente difícil. Las primeras expediciones marítimas
comprobadas que se realizaron hacia la zona, partieron desde Egipto y
Tripolitania, utilizando el arsenal que habían abandonado los bizantinos en
Alejandría y Siria después de su huída
en el 642; éstas expediciones se organizaron en contra de Sicilia y el
Magreb en el 675, y en el 681 `Uqba b. Nāfi` llegó a Tánger.[6] La pacificación
del Magreb pudo ser posible sólo hasta el 710 cuando se firmó un pacto entre
Tariq ibn Ziyad y el jefe gumara Julián, ya que los ataques de los beréberes
ofrecían mucha resistencia.[7] Paulatinamente
los árabes fueron desarrollando el norte de África con trabajos de irrigación,
jardines, y con la promoción de nuevos cultivos. En noventa años de gobierno de
la dinastía omeya, el imperio musulmán alcanzó su máxima extensión territorial,
extendiéndose desde la India hasta la península Ibérica. Tunisia, en especial,
se convirtió en un importante centro de operaciones en su región. Sin embargo,
a pesar de los grandes esfuerzos por parte de la dinastía omeya, por mantener
unido el imperio y mantener su régimen en un gobierno centralizado dinástico,
se fueron fragmentando y haciendo de grandes enemigos, las revueltas tanto
internas como los ataques que venían de afuera de las fronteras no se hicieron
esperar.
En el 743 el
régimen del omeya Hišam empezó su fin hasta que las fuerzas militares de Siria
no pudieron resistir más, ya que las luchas tanto internas como externas que
libraron los omeyas habían debilitado al imperio, el vencedor de la contienda
fue Marwān II, pariente lejano de Hišam, y traslado su residencia a Harran
donde estaban los qaysìes.[8] Los turcos
empezaron sus avances en Transoxania, y otras tribus de nómadas penetraron las
fronteras árabes en Ardabil, invadiendo Armenia y llegando hasta Mosul (730),
en el 740 los griegos destruyen gran parte del ejercito sirio en Acrazas en
Anatolia, los árabes y tribus de beréberes fueron derrotados en Francia en el
732, y otros beréberes bajo los auspicios del khariyismo se rebelaron en el
norte de África, igualmente rematando a las tropas sirias, y justamente las
tropas sirias que sobrevivieron de esta derrota huyeron y buscaron refugio en
la península Ibérica, y fueron éstas tropas precisamente las que ayudaron a ۶Abd Al-Rahman I a reestablecer la dinastía omeya en
al-Andalus.[9]
En esa época
había gobernado desde Damasco la dinastía de los Omeyas (632-661). Anterior a
ellos había sido el periodo de los califas ortodoxos, o los rashidun, o “bien
guiados” (632-661), que gobernaron a la comunidad musulmana a la desaparición
del profesta Muhammad. La dinastía de los omeyas habían sido testigos de la
gran expansión de los primero años del islam en el mundo.
Sin embargo,
otros grupos recién convertidos al islam no estaban muy de acuerdo en que los
omeyas tuvieran tanto poder. Del 744 al 750 los šíitas y khariyitas lucharon
por la toma del poder, el gobernador de Armenia Marwan se autonombró califa
pero no fue reconocido por estos grupos no vieron con simpatía la expansión
omeya.[10] Desde el 747,
otro grupo, el de los ۶abbasíes empezaron a entrar en
escena, los ۶abbasíes (750-1258), clamaban ser
descendientes de Abú Al-۶Abbas, tío del profeta, e
iniciaron una serie de conquistas que mermó a los demás poderes; derrotaron a
sus enemigos en el Khurasan, aprovecharon la revuelta yemení en el este de Irán
y pudieron derrotar a Marwan en Irak haciéndose del poder en el 750. Con esta
acción los ۶abbasíes marcaron el fin de la dinastía omeya en
oriente, meses después Marwan II huía a Egipto, pero antes murió en una batalla
contra su rival Abd Al-Abbas.
A través de la
historia los ۶abbasíes habían desempeñado un papel
modesto en torno a la figura del Profeta, y hasta entonces, nunca habían dado
muestras visibles de ambición. No obstante llegó su momento. Con el fin de
exterminar de raíz a la dinastía omeya en Damasco, Siria, iniciaron una cacería
contra la familia de los omeyas, y decidieron asesinar a todos sus miembros,
por ejemplo, Dawud bin Ali asesinó a los miembros de la familia Omeya que
habían sido arrestados en Meca y Medina, continuando así una serie de matanzas
de sus oponentes en las distintas provincias y luchando “en la senda de Dios”.[11] Paulatinamente
el poder de los omeyas iba decreciendo hasta que el ۶abbasí
Abd Allah, que gobernaba en Damasco, organizó una fiesta e invito a miembros de
la familia de los Omeyas, fingiendo una reconciliación y unión entre ambas
familias para gobernar juntos. A la fiesta acudieron cerca de 90 miembros;
todavía no terminaban de sentarse cuando Abd Allah mandó que los asesinaran sin
más. Gente armada entró y comenzó la cacería, ríos de sangre corrieron del
salón de la celebración, y al terminar dicha matanza y cuando aún estaba
cubierto todo de sangre y restos corpóreos, los ۶abbasíes
continuaron la celebración para festejar el triunfo obtenido. Con la misma
crueldad continuó la matanza de omeyas y sus seguidores en otras ciudades para
exterminar aquel linaje.
No obstante el
hijo de Moawiya, el príncipe ۶Abd Al-Rahman I, pudo
escapar a la matanza de los abbasíes, y fue él quien en el año 756 reinstauró
la dinastía omeya en al-Andalus para que gobernara por doscientos años más.
En los
territorios ocupados por gente partidaria a los omeyas se les empezó a
sustituir por gente de los۶abbasíes, Isa bin Musa
gobernó Kufa y sus alrededores, Sualyman b. Ali se ocupó de Basra y sus
dependencias, los distritos del Tigres, Bahrayn Uman, Ird y Mihrijanqadhaq,
Ismail b. Ali gobernó en Ahwaz, Mansur b. Jumhur gobernó en Sind, y Abú Muslim
el Khurasan y Jibal, Abadía bin Ali gobernó Qinnasrin, Hims, los distritos de
Damasco y el Jordán, Salih bin Ali gobernó Palestina, y Abd Al-Malid b. Yazid,
Abú `Awn Egipto.[12]
Cuando los
musulmanes llegaron a la península Ibérica ésta se hallaba hasta cierto grado
ocupada por reinos de visigodos, que durante el siglo V y VI, habían hecho sus
incursiones en la península junto con grupos de vándalos y suevos, sin embargo,
los visigodos pudieron imponerse a estos grupos y formaron un reino que duró
aproximadamente dos siglos. Los visigodos se habían convertido del arrianismo
al cristianismo, y se aliaron con el Papa en contra de los mismos arrianos y de
los grupos no cristianos de la península como los hispano-romanos y judíos, no
obstante, los visigodos que fundaron su capital en Toledo nunca fueron mayoría
en la península.[13]
El entonces rey Rodrigo en una octava batalla contra los moros era vencido y
tuvo que abandonar su reino en medio de lamentaciones.
Mūsa bin
Nusayr gobernador de Ifriquiya (708) designado por el califa Al-Walīd;
emprendió nuevas misiones militares en contra los beréberes del Magreb, y
después de estudiar bien la situación organizó incursiones dentro de la
península Ibérica. Los judíos estaban en gran descontento debido a la
discriminación y persecuciones que sufrían a manos de los visigodos, y esto
junto con las conspiraciones que se llevaban a cabo en contra del rey visigodo
Rodrigo, fue aprovechado por Mūsa bin Nusayr. Primero envió una misión
comandada por Abú Zaraf Tarif (julio del 710) llegando a un punto al sur de la
península, llamado en su honor Tarifa; saqueó Algeciras con 400 hombres y 100
caballos para regresar posteriormente a África, en otras expediciones se
conquistaron las costas de Sicilia, las Baleares hasta, que el lunes 27 de
Abril (5 Rajab) del 711), Tariq ibn
Ziyad, lugarteniente de origen berebere con 7 000 soldados la mayoría beréberes
y a los cuales luego lo alcanzaron otros 5 000, bajo las ordenes del gobernador
de Ifriquiya llegó a la península Ibérica.
Al mismo tiempo,
al otro extremo del imperio, ejércitos musulmanes entraban en Samarcanda y en
la India. Tariq cruzó el estrecho de Gibraltar y estableció una base previa a
su avance dentro de la península pasando por los Pirineos hasta Narbona,[14] fue
conquistando ciudad tras ciudad. Mientras tanto, el rey visigodo Rodrigo estaba
muy ocupado en una guerra contra los rebeldes vascos del norte de la península,
y tuvo que regresarse hacia el sur para intentar frenar el avance de los nuevos
invasores, pero no fue suficiente, y Tariq lo derrota en Guadalote (o
Guadarranque), para entonces las fuerzas visigodas ya se encontraban muy
divididas. Tariq dirigió su ejército a Córdoba y luego a la capital visigoda de
Toledo, posteriormente continuó su conquistas hacia Clunia, Astorga y Fortun de
Aragón.[15]
Antes de la
llegada de los musulmanes prácticamente no se conocía nada de Gibraltar. En el siglo X la región fue incluida
dentro de al-Andalus por los geógrafos al-Istakhri, al-Maqdisi y Ibn Hawqual,
refiriéndose a la península como Jabal Tariq, “La Montaña de Tariq”, Gibraltar.
Así, todo el al-Andalus quedó incorporado como parte del dominio del
Califa de Damasco. En todo el imperio se inició un proceso de arabización e
islamización y se ordenó la construcción y ampliación de Mezquitas,
especialmente las de La Meca, Medina y Damasco. Los primeros ejércitos
musulmanes que hicieron su entrada en la zona estaban formados principalmente
por ejércitos de beréberes, Eran conocidos bajo los nombres de Masamuda, Sanhaja y Zenata.
los cuales fueron formando pequeñas unidades autónomas de poblamientos en zonas
de la Meseta y de Extremadura, constituyendo nuevos modelos de organización
socio-económica.
Al año
siguiente de la entrada de Tariq, el gobernador de Ifriquiya, Mūsa, organizó una
nueva expedición militar en la zona mucho más numerosa y mejor armada,
compuesta de elementos árabes procedentes de Kairuán para controlar él
directamente la situación, pues se sentía amenazado y celoso de las conquistas
realizadas por Tariq, y quería reafirmar su titulo de gobernador mediante la
conquista, la cual había terminado momentáneamente cuando él conquistó Tánger y
llegó hasta Ceuta. Mūsa cruzó el estrecho en el Ramadàn
del 712, y se dirigió hacia la capital visigoda de Toledo que ya había caído en
manos de Tariq, en su camino capturó Sevilla, Mérida y otras ciudades. Tariq y
Mūsa se encontraron cerca de Toledo en Talavera y juntos conquistaron Zaragoza,
Huesca y Lérida en el 714. Posteriormente durante los años del 713 y 714, Al-Walīd
I mandó llamar a Damasco a Mūsa, Tariq y a otros generales para que rindieran
cuentas pero éstos ya nunca regresaron.
Los reinos
visigodos se encontraban muy debilitados y desorganizados cuando llegaron los
musulmanes. No gozaban del apoyo del a población hispanorromana que incluso dio
la bienvenida a los musulmanes, así que los investigadores coinciden en que más
que una guerra de conquista, fue más bien una ocupación de territorios por
parte de los musulmanes, de tal forma que en la mayoría de los casos, la ocupación
se realizó mediante acuerdos o pactos con reyezuelos locales y sólo se
suscitaron batallas aisladas. Por lo tanto, los musulmanes encontraron poca
resistencia en Spania, y en un pequeño lapso de tres años sus ejércitos
dominaron desde Gibraltar hasta los Pirineos, excepto las zonas nortes
aisladas. El pueblo rápidamente se adaptó a los nuevos llegados y viceversa
pues se respetaron las legislaciones y costumbres locales. Empezó así la
formación de la España Mozárabe.
Mūsa dejó a
su hijo Abd Al-´Aziz como gobernador de al-Andalus, quien continuó las
conquistas en la península Ibérica expandiéndolas a Málaga, Elvira y Murcia en
el sur donde firmó un tratado con el gobernante visigodo Teodomiro de Murcia
(Tudmir), luego avanzó hacia Tarragona, Pamplona, los Pirineos y Gerona en el
norte hasta que en el 716 que fue muerto.[16] Los califas
hicieron varios intentos por mantener a los lejanos territorios del Magreb y Al-Andalus
como parte del imperio y a sus musulmanes dentro de la comunidad; así muchos de
los gobernadores de esta provincia continuaron siendo nombrados desde Ifriquiya
o Egipto.
Para la organización y control de estos
nuevos territorios, se utilizó el conocimiento y técnicas de los pueblos
conquistados cristianos y judíos, así como instituciones tomadas de Bizancio y
Persia.
Considerables
diferencias se presentaron entre las nuevas poblaciones de árabes y beréberes
que se fueron asentando en la península tras el avance de los musulmanes,
diferencias que tenían que ver sobre todo con lo étnico de los grupos,
diferencias sociales, tribales, de clan, rivalidades familiares por el poder,
por la tierra, por posiciones administrativas, rangos militares, prestigio,
además de las divisiones de la estratificación social que presentaba la misma
religión.
Así, por un
lado encontramos que, entre los árabes estaba la confederación tribal de los
kalbíes (Qahtān) o yemenitas del sur, y por el otro los qays (Qays, Ma`add,
Mudar, Qays `Aylān) o sirios y habían otros pequeños grupos de Medina, los
árabes y los beréberes, todos eran opuestos entre sí, por lo tanto en los
primeros años de la penetración y el asentamiento musulmán en la península
Ibérica, tomaban lugar enfrentamientos cotidianos entre los mismos árabes y
éstos contra las tribus de beréberes,[17] y para
terminar de complicar las cosas, también se presentaban diferencias
concernientes a los dogmas religiosos, los yemeníes, por ejemplo, tendían al
šíismo y a los ۶abbasíes; los qaysíes se identificaban
más con la sunna y apoyaban a los omeyas y otros grupos más tenían ideas de los
khariyitas; y los distintos gobernadores pertenecían a uno u otro bando.
Las dos
principales confederaciones tribales, la de los kalbíes y la de los qays,
clamaban por su superioridad cada uno a su manera. Los kalbíes sentían gran
orgullo por ser descendiente de los antiguos grandes reinos del sur del Yemen y
por su gran cultura pre-islámica, y añadían a Qahtān, hijo del profeta Hūd,
orígenes especiales, y lo conectaban en descendencia directa con Ismā۶īl, “el padre de los árabes”, y por otra parte, los qays
tribu del grupo Ma`add clamaban por la superioridad de la tribu quraiši, pues
mientras que los kalbíes pertenecían a la época de la yahiliya, ellos eran de
la del islam, y además enfatizaban el hecho de que el profeta Muhammad
pertenecía a su grupo. A parte de las disputas que ya tenían de ante mano estos
grupos, debido a la necesidad de ocupar las mismas tierras y los intereses en
común que de ello pudiera derivar, existían todavía disputas ancestrales entre
todos ellos, pues además todavía estaba fresco en la memoria, por ejemplo, la
batalla de Harrā` y la masacre de Medina.[18] Además,
estaban de los derechos que un grupo reclamaba por haber llegado primero al
lugar. Por ejemplo, al parecer los primeros en llegar fueron los yemenitas, los
Al-baladiyyan de “país”, y el segundo
grupo en llegar (740) estaba formados por el de los sirios llamados Al-Shamiyyan.
Entre
de beréberes también se presentaban diferencias considerables. Las diferencias
tenían que ver también con disputas familiares, de clan, de tribu, etcétera;
rivalidades que también se llevaron a al-Andalus. Entre los principales grupos
estaban los Branes, los Botr, los Sanhāja, los Zanāta y el de los Miknāsa, que
peleaban entre sí; y también entre estos grupos estaban los “viejos” beréberes
que llegaron primero durante las primeras conquistas de la península, y los
“nuevos”, que llegaron después de ellas.[19]
En el año 741
hubo un notable levantamiento berebere. Se sublevaron debido al mal trato y la
discriminación de las que eran sujetos por parte de los árabes, ya que éstos se
sentían superiores y por eso les daban las peores tierras, a lo cual se añadió
una sequía que agravó los problemas; esta sublevación coincidió con la que
estalló en el norte de África, desde Kairuán hasta el Atlántico, por razones
similares. La situación salió del control de los gobernantes locales, lo cual
provocó que el entonces gobernador de Al-Andalus, ۶Abd
al-Malik ibn Qatan, un kalbí, llamara en su ayuda a tropas desde la lejana
Siria (que fueron los mencionados del segundo grupo que llegaron), ya que los
ejércitos de los beréberes asediaban por todo el territorio del Magreb, bajo el
mando de Baly ibn Bisr, que era qaysí, el cual ya se había establecido en Ceuta
y estaba a un paso de entrar en la península.
Finalmente
los qaysí tomaron el control de la situación, y derrocaron a duras penas al
gobernador۶Abd Al-Malik y a los kalbí (741), sin
embargo, la tribu kalbí tribu no se resignaría a perder el poder y pronto
comenzaron nuevas revueltas y desorganización. Mas tarde los vencedores
lucharon entre sí y el lugarteniente Balg se proclamó Emir de Córdoba, y
ejecutan a ۶Abd Al-Malik, pero al año siguiente muere
Balg y un nuevo emir fue nombrado desde Damasco, y así pudieron mantenerse los
sirios en el gobierno por quince años.[20] Bajo tal
situación de incertidumbre y descontrol llegó huyendo a la península (756) el
príncipe omeya ۶Abd Al-Rahman I bin Muawiya, llamado el
Al-Dakhil, “el Inmigrante”.[21]
Como
empezamoa a ver la historia de Al-Rahman I, nieto del califa Hišam, es toda una
historia que parece haber sido sacada de Las Mil y una Noches. A vísperas de
terminar con las guerras por la sucesión del califato, y después de que el
grupo de los ۶abbasíes tomaron el control de la
situación, decidieron finalmente tomar el poder y legitimar su dinastía después
del descontento social que durante mucho tiempo habían causado los omeyas a los
cuales, entre muchas cosas, acusaban de haberse alejado de los fundamentos del
islam. Los ۶abbasíes elaboraron todo un plan para
acabar definitivamente con la dinastía Omeya, para ello, con la promesa de un
armisticio, muchos de los supervivientes omeyas habían sido convocados en
Palestina a un banquete de pretendida reconciliación, así intentaron reunir a
toda la familia omeya que se habían refugiado en Irak, Egipto y Medina para
después asesinarlos sin piedad (750) y luego exhumaron los cuerpos de sus
muertos.[22]
Cuando la
familia de ۶Abd Al-Rahman I fue asesinada, éste se
encontraba de cacería con su hermano menor. A partir de esta serie de eventos, se desarrolló toda una serie de
historias mezclando realidades con fantasías, pues se ha querido sugerir, que
tales sucesos ya estaban predestinados a suceder, lo cual demostraban ciertos
“augurios” que la familia de Al-Rahman iba teniendo, así como el mismo desde su
niñez. Entre estos augurios se encontraba uno que según decía que en algún
momento el refugio de la familia sería Ifriquiya, por lo cual algunos miembros
de la tribu ya habían empezado a marcharse con anterioridad.[23]
Al momento en que se dieron cuenta de lo que pasaba huyeron rumbo al río
Eufrates para escapar a su otra orilla, sin embargo su hermano menor no pudo
llegar hasta el otro lado y tuvo que regresar, al momento fue capturado e intentaron
usarlo de carnada para que Al-Rahman I se entregara, y al negarse a ello su
hermano fue ejecutado por los soldados ۶abbasíes ante
los propios ojos de Al-Rahman I, éste se salvó pues pudo cruzar el río, huyó
secretamente hacia Palestina junto con su sirviente Badr para después cruzar el
desierto y llegar a Egipto.
Cuando llegó
a Kayrawan no encontró muy buena disposición de su gobernador y decidió
marcharse al Magreb. Al-Rahman I estuvo un tiempo en la región de Tāhart
protegido por los restemìes, después buscó el apoyo de la tribu berebere de
Miknasa y posteriormente de la tribu de Nafza, en las costas del Mediterráneo
de Marruecos, tratando de aprovechar la situación de que se madre había
pertenecido a esa misma tribu, pero finalmente con la ayuda de su mawli atravesó el mar hasta al-Andalus.[24] Al-Andalus fue
el nombre que le pusieron los árabes a la península Ibérica, que hasta entonces
seguía regida por emires nombrados desde Damasco.
Así Al-Rahman
I tuvo que vagar meses por el desierto y soportar toda clase de peripecias que
pudieron matarlo. Cuando estaba residiendo en la tienda de una beduinos recibió
la visita de unos jeques quiens ofrecieron llevarlo al Al-Andalus.
Al-Rahman I
pudo llegar hasta la península gracias al apoyo que encontró por parte de los
antiguos clientes omeyas que figuraban entre las tropas sirias de Baldj bin
Bishr, que entonces dominaban gran parte del sur de al-Andalus, así como de las
tribus kalbíes. ۶Abd al-Rahman I llegó a Ceuta y
desembarcó cerca de Almuñécar (al-Munakkab)
en agosto del 755 (I Rabi
138/14). Al-Rahman I contactó a los antiguos clientes omeyas de la península, y
les explicó la situación apelando a su lealtad, posteriormente aseguró alianzas
con las fracciones contendientes. Entonces era walí (gobernador o emir), de Al-Andalus Yusuf bin ۶Abd al-Rahman
al-Fihri quien era apoyado por los qaysíes, pero sometido por Sumayl al-
Kilabi, nieto de Šimir, quien había asesinado a Husayn en Karbala. También
habían llegado huyendo al-Andalus de las persecuciones de los šíitas. Pronto al
Rahman I entró en discrepancias con Yusuf al-Fihri y éste fue vencido primero
junto al Guadalquivir (756), y luego el 15 de mayo (Dhu `l-Hidjdja) a las afueras de Córdoba y
posteriormente fue asesinado por el general omeya Sumayl mientras huía hacia
Toledo en el 759, y a su vez Sumayl fue asesinado por órdenes de al-Rahman I.
Así, ءAbd al-Rahman I pudo continuar la dinastía omeya, ahora bajo
la formación del emirato de al-Andalus protegido por un ejército de
mercenarios, el emirato duró desde el año 756 hasta el 976, y con algunas otras
batallas libradas en el campo de batalla pudo organizar un estado, pacificó la
región y estableció su capital en Córdoba.[25] Inmediatamente
mandó hermosear la ciudad y construir la mezquita y una quinta que nombro
Ruzafa. Las noticias sobre la formación del nuevo emirato de Córdoba llegó a
todas partes de los dominios musulmanes, muchos de los partidarios de los antiguos
omeyas inconformes con la usurpación de los ۶abbasíes
decidieron marcharse a la península Ibérica y tomar parte en la formación del
nuevo emirato.
Como ya se
mencionó, la región a la que llegó al-Rahman I estaba compuesta de muy diversos
grupos étnicos, culturales, idiomas y religiones, así que realmente el proceso
de reconciliación entre tantas fracciones e intereses se desarrolló a lo largo
de todo el nuevo emirato y luego califato, que duró más que el califato que se
había fundado en Siria. Entre los grupos contendientes de al-Andalus, estaban
los beréberes, árabes yemenitas y judíos y se añadieron a éstos el de los muwallad, musulmanes
descendientes de cristianos convertidos al islam, y los mozárabes, habitantes
de al-Andalus a los cuales se les permitió conservar su religión cristiana,
también llegaron grupos de eslavos (Saqhlibah),
quienes con el tiempo jugaron un rol muy importante en el ejército, y por
último el grupo de esclavos negros traídos del Sudán.
Entre las
principales revueltas que tuvo que hacer frente Al-Rahman I, estuvo la del
gobernador de Zaragoza, Sulaiman Ibn Al-Arabi, situación de la que quiso
aprovecharse Charlo Magno,[26] pero fue
derrotado en Roncesvalles en el 778, se retiró y buena parte de sus tropas
fueron derrotadas por el vasco Roldán; a quien después también Al-Rahman I
derrotó después de tomar Zaragoza (780); suprimió las revueltas de los fihríes
que ayudados por los yemenitas llegaron a poner en aprietos a ۶Abd
al-Rahman I en Carmona, y más tarde pudo continuar la guerra contra las tribus
de beduinos durante aproximadamente diez años;[27] ۶Abd Al-Rahman I murió en el 788, y a similitud de sus
ancestros Mu`āwiya y ۶Abd Al-Malik Ibn Marwān después
de guerras civiles habían establecido o renovado en su momento una dinastía omeya.
۶Abd Al-Rahman I no se atrevió a reclamar el califato,
pues su estado aun era muy débil e inseguro, y prefirió conformarse con
declarar un emirato para no entrar en nuevos problemas con los ۶abbsíes. A pesar de todo, se pudo prever de un nuevo centro
administrativo y militar a similitud, y a menor escala, al anterior Califato de
Damasco, con una tradición que permaneciera fiel a la tradición Siria. Al
parecer el éxito de ۶Abd Al-Rahman I causó gran
impresión y respeto en todo el imperio, e incluso se dice que el califa ۶abbasí Abú al-Mansur, le dio el nombre de sakr Kurayš (“halcón qurayšì”),
por su coraje y hazañas.
Los primeros
sucesores de Al-Rahman I, fueron su hijo Hišam I (788-796) y su nieto Al-Hakam
I (796-822). Continuaron el proceso de pacificación y consolidación del emirato
en Al-Andalus y propagaron la escuela malikí de derecho, y emprendieron
cotidianas expediciones contra los principados cristianos del norte. Entre las
grandes revueltas que tuvieron que hacer frente, están por mencionar sólo
algunas, la del 806, de los muwalladan,
o muladíes nuevos conversos no árabes; las del año siguiente “Jornada del
Foso”, donde mucha gente fue masacrada; la rebelión del Arrabal (al-Rabd, barrio judío de Córdoba), de
814; la del 850 dirigida por los blasfemos muzárabes de Córdoba; en el 880
`Umar ibn Hafsūn un muwallad
comenzó una guerra civil (fitnah)
en Bobastro en contra de la dominación árabe y por la igualdad y mejores
condiciones de vida, etc.
No obstante
de tantas divisiones, especialmente ya durante el siglo X bajo el gobierno de
uno de los sucesores de Al-Rahman I, ۶Abd al-Rahman
III, el emirato se convirtió en Califato omeya en Al-Ándalus (912), el cual
gozó de gran prosperidad y prestigio. Los distintos grupos y religiones
alcanzaron buen margen de tolerancia para practicar sus costumbres y creencias
religiosas, realizar actividades económicas e incluso ocupar importantes cargos
en la administración pública sin importar su fe. La capital del califato,
Córdoba, llegó a competir en bienestar y grandeza a las grandes metrópolis
medievales, incluidas Roma, Alejandría e incluso Constantinopla.
Desde un principio los califas,
con el fin de legitimar su gobierno así como sus acciones, han echado mano del Qur´an, los hadits del profeta y toda serie
de documentos que pudieran servir como respaldo y como forma de legitimizaciòn
legal y divina de su posición en el gobierno, tanto para el califa en turno
como para los gobernantes que se impusieron dentro de la misma familia, lo cual
contravenía a los preceptos de las tradiciones de las antiguas tribus de La
Meca y Medina, y a la de los pueblos que fueron absorbiendo conforme avanzó el
islam.[28] Durante el
califato de la primera dinastía Omeya se les acusó de haber dejado de gobernar
conforme a los preceptos islámicos, y con ese pretexto se les quitó del poder
instaurándose en su lugar una nueva dinastía, que continuó con el proceso de
consolidación del imperio musulmán; se mantuvo una constante propaganda en
contra de los omeyas, pues se afirmaba que se conducían en la impiedad, a lo
que achacaban los males que se hacían sentir en la organización general de la
sociedad, tanto en lo material como en lo espiritual; sin embargo, después de
su derrocamiento en Siria, la dinastía y el proceso de legitimizaciòn de los
omeyas continuo en una segunda etapa en el al-Andalus.
Cuando la
dinastía ۶Abbasí se desintegraba varios grupos
reclamaron el título de “Califa”
(Sucesor), entre ellos estaban los fatimíes de Egipto y los omeyas en
Al-Andalus, ۶Abd Al-Rahman III (912-961), quien sucedió
a su abuelo ۶Abd Allāh (912), basaba sus reclamos en el
califato de sus ancestros en Siria con lo que justificaba la posición e
insignias del califato. El šíismo volvió a levantar a las masas en contra de
los ۶abbasíes a los cuales acusaba de haber traicionado
el movimiento, asimismo el grupo de los isma۶ilíes como
movimiento religioso-político, comenzó su resistencia en el sur de Irak,
Bahrain, Siria, Mesopotamia, Yemen, Daylam; al este de Irán y en el norte de
África. Alrededor del 870 se empezaron a suscitar revueltas campesinas en Irak
por parte de los esclavos negros Zanj, traídos de África oriental para trabajar
los cultivos de caña y en las marismas. Su levantamiento se inició en Basora y
duró del 869 al 887;[29] también los
beduinos en Siria comenzaron sus revueltas, y se propagaron al noreste de
Arabia, y provocaron la formación del movimiento isma۶ilì
de los Qarmata, (de Hamdan Qarmat), que en el 920 atacó Basra, Kufa y sitió
Bagdad, formando el estado qarmatiano en Bahrain que les permitió obstruir las
rutas de peregrinaje a La Meca e incluso la saquearon llevándose consigo la
famosa Piedra Negra de la Ka۶ba que no devolvieron sino
hasta después de veinte años.
En 909 en el
norte de África se fundó la dinastía Fatimí, la cual ya para el 969 conquista
el norte de África y Egipto; estos fatimíes adoptaron el título de “Califa” reclamando ser los
auténticos sucesores del profeta Muhammad en todo el mundo musulmán, y el mismo
derecho lo reclamaron varios otros grupos y principados de árabe-beréberes que
establecieron sus estados en el norte de África, tales como el régimen de
Idrisid fundado en la antigua capital romana de Volúbilis por descendientes de ۶Alī y Fátima, que habían escapado de Arabia después de la
derrota šíi en el 786. Idris después de aliarse con otras tribus conquistó el
norte de Marruecos y su hijo Idris II fundó Fez en el 808, habían otros grupos
en la región como los Barghwata seguidores de Salih bin Tarif, quien incluso
también se había declarado previamente profeta y tenía su propio libro
“revelado”.[30]
Otra coalición de pueblos beréberes fue la de los al-Morávides, los
al-Morávides conquistaron Marruecos y fundaron Marrakech como su capital
alrededor del 1070. Así, como ya se anticipó, entre las dinastías que reclamaron
el título de Califa y la jurisdicción de todo el imperio musulmán fue la
dinastía omeya en al-Andalus encabezada por Abd Al-Rahman III, quien
oficialmente se declaró califa en el 929 y fundó el califato de Córdoba en
Al-Andalus separándose definitivamente del califato۶Abbasí
de Irak.
Abd Al-Rahman III llegó a ejercer
gran dominio en la Península Ibérica. Incluso llegó a intervenir en las
disputas de reyesuelos cristianos. Durante su gobierno y el de su sucesor
Al-Hakem II, el Califato de Córdoba llegó a su máximo esplendor; las ciudades
properaban, los campos daban abundantes frutos y un orden reinaba por doquier.
No sólo había una prosperidad material sino también intelectual; se
establecieron academias en Sevilla, Toledo, Valencia, Almería, Málaga y Jaén,
tan sólo en la capital de Córdoba Al-Hakem II fundó veinticiete colegios, donse
se educaba gratis a los niños de padres pobres. A las academias, dependientes
de las mezquitas, llegaba profesores y estudiantes de todas partes del mundo
musulmán, desde Asia, Arabia, hasta Africa, pues ahí encontraron libertad para
enseñar y aprender pues además había tolerancia religiosa. Se mandaron comprar,
copiar y encuadernar de todas partes libros de todas clases y se formaron
inmensas bibliotecas de hasta cuatrocientos volúmenes abiertas al público.
Desde el siglo X en la España musulmana se inició como nunca antes tan
masivamente la afición a los largos viajes científicos.
No solamente
Al-Hakam II fue gran aficionado al aprendizaje y a las ciencias sus sucesores
también hicieron otro tanto. Se vivió toda una revolución cultural en españa,
la ciencias florecieron, la literatura y todas las artes; los sabios venidos de
todas partes recibieron grandes favores de las cortes musulmanas. La capital de
Córdoba florecía, contaba con cientos de edificios, baños públicos y seisientas
mezquitas, la ciudades estaban limpias y contaban con alcantarillado como
ninguna otra de su tiempo.
Sin embargo,
todo llega a su fin. Con el tiempo las luchas y competencia entre los diversos
grupos étnicos que integraban la sociedad y el ejército, el escepticismo
religioso y el relajamiento de las costumbres provocaron la decadencia del
califato. Se desintegró el Califato y en su lugar aparecieron los reinos de Taifas que empezaron a guerrear entre sí
para obtener la hegemonía, pero ningún reino pudo conseguirla y sólo fueron
debilitándose cada vez más. Lo cual fue aprovechado por los reinos cristianos
de los alrededores que se iban fortaleciendo considerablemente, y fueron
conquistando uno a uno a todos los reinos musulmanes. A mediados del siglo XI,
la ciudad de León cayó en manos de los cristianos; el rey Alfonso VI conquista
Toledo en el 1085, Zaragoza sucumbió en el 1118, la gran capital de Córdoba fue
ocupada en el 1236 y Granada cayó en manos cristianas en 1492, mismo año en que
los europeos llegaban a América. Los orgullosos musulmanes fueron forzados a la
conversión o a abandonar la una vez omnipotente Al-Andalus.
BIBLIOGRAFIA Y FUENTES CONSULTADAS
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[2] Ibid, pp. 119-120.
[3] Hasan,
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[4] Barceló, Miquel, “Some commentaries on “The Earliest Muslim Invasion of
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[5] Hasan, Saghir al-Ma`sumi, “The earliest Muslim invasion of Spain”, en:
Journal of the Islamic Studies, v. V,
sep. 1966, no. 3, p. 97.
[6] En el 683 `Uqba derrotado y muerto frente a los
Rum y los beréberes de Kusayla bin Lamzam. Barceló,
Miquel, “Some commentaries on “The Earliest Muslim Invasion of Spain”, en: Islamic Studies, p. 186.
[7] Barceló, op. cit., p. 186.
[8] Cahen, Claude, El Islam I. Desde los orígenes hasta el
comienzo del Imperio otomano, Historia Universal Siglo Veintiuno, v. 14,
México, Siglo Veintiuno Editores, p. 53.
[9] Lapidus, Ira Marvin, A History of
Islamic Societies, pp. 65-67.
[11] Al-Tabari, The History of
al-Tabari, v. XXVII, p. 196 y ss.
[12] Ibid, p. 198.
[13] Marìn-Guzmàn, Roberto, “Ethnic Groups and Social Classes in Muslim
Spain”, en: Islamic Studies, p. 37.
[14] Pareja, Islamología, p. 102.
[15] Marìn-Guzmàn, op. cit., p.
41.
[16] Marín-Guzmán, op. cit., p.
41.
[17] Hodgson, The Venture of Islam,
p. 309.
[18] Marín-Guzmán, op. cit., p.
45.
[19] Ibid, p. 46.
[20] Pareja, op. cit., pp.
162-163.
[21] Al-Tabari, La Historia de al-Tabari, v. XXVIII, p.
55.
[22] Cahen, op. cit., p. 55.
[24] Encyclopedia of Islam, New Edition, v. VIII, pp. 81-82.
[25] Safran, op. cit., pp.
128-129.
[26] Encyclopedia of Islam, op. cit., p. 82.
[27] Pareja, op. cit., p.165.
[28] Hodgson, The Venture of Islam,
pp. 326-327.
[29] Ibid, pp. 493-495.
[30] Lapidus, op. cit., pp. 132,
371-374.
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