sábado, 11 de octubre de 2014

Orígenes del Islam. PARTE 3.



CAPÍTULO   4

 4.1 La elite política y comercial de la Meca
La actividad profética de Muhammad se desarrolló bajo una situación de conflicto y cambio social donde las antiguas instituciones morales de los beduinos iban sufriendo serios deterioros, lo cual se expresaba en un nuevo ambiente económico-material diferente al que tradicionalmente había existido. Con los nuevos cambios se empezó a beneficiar, principalmente, a una nueva elite comercial que monopolizaba las actividades económicas, políticas y religiosas, y ello iba perjudicando a los demás grupos menos favorecidos, formándose así marcadas divisiones sociales. En unas palabras, la riqueza se concentraba en pocas manos excluyendo a los clanes más desprotegidos siendo éstos la mayoría.[1] Al acentuarse las diferencias económicas y al distorsionarse los valores morales y éticos de las antiguas instituciones de las tribus árabes, se deterioró la sociedad en su conjunto, provocando gran descontento en los círculos más bajos donde se encontraban las tribus menores. La creciente prosperidad comercial de la Meca ocasionó la aparición de una nueva clase social comercial adinerada. De la gran fila de inconformes relegados y hombres sin recursos desplazados por esta elite surgieron los seguidores de Muhammad, quienes lo ayudaron a realizar su cometido divino y a construir un nuevo orden de las cosas que desembocó en la formación de un Estado árabe, unido bajo principios religiosos y no tanto económicos y políticos, como lo sugería la elite qurayši.[2] Al intentar implantar un nuevo Estado basado en la religión, se intentó depurar al mismo tiempo los antiguos vicios para construir una sociedad más justa y equitativa, con un tipo de socialismo dirigido por una actividad divina para todos los miembros de su comunidad, y con valores religiosos en común para todos.[3] Los lazos de sangre, los tribales y las viejas creencias sobre el parentesco, fueron relegados a un segundo plano con el fin de formar una nueva comunidad de creyentes donde todos fueran iguales y donde se pudiera consolidar y unir a todos los pueblos árabes, lo cual fue posibles con la revolución islámica de Muhammad, similar a lo hecho por el judaísmo y el cristianismo siglos atrás.

Al consolidarse la ciudad de la Meca como una potencia regional, comercial y religiosa, gracias a su buena ubicación geográfica (como ya se explicó anteriormente), y al pasar de un comercio local a uno internacional con la expansión de las rutas comerciales, su poder político y económico se consolidó en toda la región, ya que se encontraba en un lugar accesible para todos en la península, al igual que para el clan que controlaba la ciudad y sus actividades. Los qurayšíes pasaron a ser la elite económica y política predominante al apoderarse del monopolio comercial aprovechando la coyuntura internacional, del debilitamiento de los imperios de Persia y de Bizancio, que de otro modo éstos imperios podían haberlo evitado.[4]
A diferencia de los territorios aledaños a los imperios del momento, el de la península arábiga no había podido ser unificado bajo un solo gobierno propio ni absorbido completamente por algún otro, por lo que todo este amplio territorio, en su gran mayoría desértico, se mantenía fragmentado entre muy diversas tribus y clanes nómadas, y sólo existían algunos pocos centros urbanos como el de la Meca, los cuales se encontraban principalmente en los oasis, a lo largo de las costas del Mar Rojo y en la parte norte y sur de la península, donde las condiciones para desarrollar la agricultura o el comercio habían sido mucho más propicias, dejando solo la parte central fragmentada entre las distintas tribus de beduinos, fue donde precisamente surgió el Islam: todas estas regiones básicamente se regían sólo bajo normas consuetudinarias. Algunas tribus de la periferia habían hecho, en vano, algunos intentos para unificar la península, como fue el caso de los Kindíes en el 328 d.C.; su jefe árabe del Hauran, Imru al-Qais bin ءAmr, se autoproclamó “rey de los árabes” de los dos Assad y de Nizar,[5] pero el experimento falló debido al posterior fraccionamiento dado entre los distintos grupos.[6] También hubo algunos otros intentos por parte de algunas efímeras expediciones realizadas por los bizantinos y los sasánidas, los cuales después de ver las grandes dificultades que significaría una gran campaña en estas zonas, con el fin de llevar de ejercer un control directo, prefirieron conformarse con mantener este territorio relativamente aislado, para poder usar a las tribus árabes como mercenarios o clientes contra sus adversarios siempre que ello lo ameritara. Pero finalmente, el surgimiento de la tribu árabe de los qurayší se mostró como la mejor oportunidad que hasta entonces se habían presentado para la tan esperada y deseada unificación, ya que al parecer contaba con los elementos económicos y políticos suficientes para ello, pues a base de alianzas tribales y del desarrollo de rutas de caravanas, pretendieron formar una única elite que realizara la unificación, hasta la aparición de Muhammad que al ver graves fallas en el proyecto qurayší, impuso el suyo por medio de la revolución religiosa islámica.
Se intentó principalmente controlar las rutas comerciales terrestres más importantes, que poco a poco iban pasando a manos de los qurayšíes; a pesar de que existían algunas rutas marítimas desde el tiempo de los antiguos faraones, éstas aún representaban grandes riesgos y problemas. Así mismo las rutas comerciales terrestres representaban grandes dificultades, por ello también los grandes imperios contribuyeron de una manera u otra al fortalecimiento de la tribu de los qurayšíes pues, hasta cierto punto, éstos podían representar una cierta garantía para sus intereses y podían ser atraídos posteriormente a su esfera de influencia más fácilmente.

4.2 El revisionismo de Muhammad
 Así, en este periodo de transición y repercusiones tanto locales como internacionales para Arabia, la ciudad de la Meca vio nacer al profeta Muhammad en el año 570, “año del Elefante”.[7] Era miembro del clan de los hāšimíes de la tribu de los qurayši, que tras un periodo de prosperidad y prestigio decayó, y en el tiempo del nacimiento del profeta ya poco influyente, pero ello fue suficiente para evitar que lo asesinaran el resto de los qurayšíes, en el momento en que empezó a predicar su nuevo mensaje que al parecer perjudicaba considerablemente sus intereses económicos.[8] Al morir sus padres cuando todavía era un niño, se tuvo que criar con su abuelo ءAbd al-Muttalib bin Hāšim,[9] quien en sus buenos tiempos fue uno de los personajes que participó en las batallas en contra los ejércitos de Abráha al-Ašram, cuando éstos se aproximaban a la Meca en el año en que nació el profeta, acto muy impresionante para la mente del joven Muhammad, y que quedó significativamente grabado en el Qur’ān.[10] Poco después murió su abuelo, y tuvo que irse a vivir con su tío Abū Tālib a quien solía acompañar en las caravanas que éste dirigía y así vivió una vida algo precaria, y no fue sino hasta después de su matrimonio con la rica viuda Jadiŷa,[11] que Muhammad pudo finalmente sustentar y satisfacer por un buen tiempo sus necesidades materiales. Tenía veinticinco años cuando se casó, y si no lo había hecho antes fue porque carecía de los medios económicos para ello. Al contar con el apoyo y la seguridad material suficientes, Muhammad tuvo el tiempo necesario para dedicarse a otras tareas; después de dedicar largos periodos de su tiempo a la reflexión y meditación apartado de la gente, a semejanza de los ascetas cristianos, de los brujos y adivinos de la antigua Arabia, llegó a diversas conclusiones acerca de la vida: pudo darse cuenta de que las fallas del sistema que se estaban gestando a su alrededor, exigían el establecimiento de un orden estatal; de que los árabes deberían ocupar un lugar más importante entre los grandes pueblos en forma de una gran nación unida, con una religión oficial para todos y con un libro sagrado a la manera del ejemplo de los judíos, cristianos y mazdeístas monoteístas, que hacían acto de presencia en la península y a los cuales conocía bien.
De esta forma, a la manera de los tradicionales profetas semitas, Muhammad empezó a denunciar los males sociales e invocó al arrepentimiento y a la justicia social abrazando una nueva religión, el Islam. Muhammad llegó a la conclusión de que adorar muchos dioses era algo muy degradante y era una de las causas del deterioro social, ya que también era la razón de las divisiones existentes entre las distintas tribus árabes; a su manera de ver era necesario que todo el territorio asumiera una forma y estructura similar a la de los grandes imperios de la periferia, y ello tenía que hacerse forzosamente con bases religiosas. Esta idea se contrapuso a la de conservar un buen número de ídolos de cada tribu o clan existentes en el santuario de la ciudad, lo cual, cuando Muhammad trató de suprimir chocó no solo con las creencias y concepciones de las demás tribus, sino, sobre todo, con sus intereses económicos, pues la existencia de un mayor número de ídolos representaba un mayor número de peregrinos de todos los confines de Arabia, y por lo tanto, la posibilidad de adquirir mayores riquezas para la ciudad y la elite que la controlaba. Muhammad estaba perfectamente consciente de lo que sucedía en su entorno y, por supuesto, de las verdaderas intenciones de la oligarquía Qurayši; era una persona muy perceptiva y se dio perfectamente cuenta de lo que el comercio, como gran fuente de riqueza, significaba tanto para la Meca como para el establecimiento del orden local e internacional,[12] por ello lo fomentaba a su vez en gran medida. Si la agricultura era glorificada en el mazdeísmo, el comercio lo era en el Islam.

Muhammad se convirtió además de profeta, en caudillo y estadista, y decidió encabezar una revolución dentro de este orden de cosas en el 612; a través de la revolución religiosa islámica, sería posible unir a los distintos pueblos bajo ideales en común, y ello permitiría posteriormente la construcción de un Estado. Recibió gran influencia e información de los judeocristianos y otras comunidades, acerca de las predicaciones de los antiguos profetas de Israel, de Jesús y de los apóstoles. Así, también  el principio básico de sus predicaciones se convirtió en la cooperación entre el rico y el pobre, el de la justicia y el orden como elementos escatológicos; y similar así su mensaje al los otros profetas; con el fin de formar una nación propia guiada bajo los designios de la religión del Islam.[13] Sin embargo, como era de esperarse, el proyecto de unión de Muhammad bajo premisas religiosas en lugar de las económicas, no entusiasmó mucho a los ricos (en su mayoría del clan de los omeyas), los cuales no estarían dispuestos a arriesgarse a perder sus privilegios como clase acomodada. Muhammad se convirtió en profeta convencido de su deber, y estuvo dispuesto a implantar su proyecto divino a costa de lo que fuera. Se arriesgó a cambiar el orden de las cosas debido a las fallas que veía en el proyecto político y económico de los qurayšíes, que a pesar de ser también el de unificar la península, descuidaba muchos otros factores importantes. Las fallas que percibió en dicho proyecto fueron, entre otras, el gran incremento de la estratificación social entre ricos y pobres, el descuido de las obligaciones tribales hacia los desamparados y la carencia de una religión revelada a la manera de la de los grandes imperios y culturas, como ya se ha señalado, y por lo tanto de un aparato moral e ideológico que lo sustentara y dirigiera.[14] A semejanza de otros profetas antes que él, predicó un mensaje divino, pues ello le dio un carácter mucho más fuerte a su proyecto, por ello hacía frecuentes referencias a las enseñanzas de profetas anteriores a él: exhortó a los ricos y a los pecadores a arrepentirse alejándose de sus vicios y de los falsos ídolos, que no hacían más que apartar al pueblo de un verdadero Dios; trató de convencer a la gente a realizar más obras piadosas; finalmente para presionar más a la gente anunció un fin del mundo y el día del Juicio Final, día en que ricos y pobres serían juzgados por igual ante un ser todopoderoso, de lo cual los qurayšíes se burlaron pues no concebían tales ideas.[15]
En un principio Muhammad tuvo algunos seguidores ricos (como los habían tenido Jesús y otros profetas), como ءUtmān bin ءAfān, pero en general sus compañeros eran muy pocos y de los estratos más bajos, principalmente gente que no tenía nada que perder y que podía arriesgarse a intentar un cambio; así es que al tratar de llevar a cabo una revolución desde adentro del sistema estuvo destinado al fracaso, puesto que como sus primeros fieles eran gente desplazada y sin riquezas, no tenían buena reputación ni muchas influencias en los demás círculos sociales, por lo tanto, se les veía mas bien con desconfianza, y la elite de la Meca podía fácilmente hacerlos a un lado; ya que no iban a permitir que el orden de las cosas y la riqueza cambiaran así de fácil, y mucho menos si el cambio pretendía venir de dicha clase de gente.[16] No obstante, bajo esta suerte, el profeta permaneció predicando por trece largos años entre la gente de la Meca. Los qurayšíes no dejaron de presionarlo, tanto social como económicamente, para que abandonara sus ideas, pero en lugar de ello, decidió continuar y optó por buscar ayuda y apoyo en el exterior, y así, decidió enviar a algunos de sus pocos seguidores a Abisinia, con el fin de establecer relaciones comerciales directas con este reino, pero sin mucho éxito.[17] Sus enviados fueron bien recibidos y el gobernante Negus de Abisinia, incluso, se negó a entregarlos a los de la Meca cuando los denunciaron, y por lo tanto muchos de estos seguidores decidieron quedarse allí, lo cual posteriormente el profeta les reprocharía; más tarde hizo un nuevo intento en la ciudad de al-Tā’if, donde residían lo más importantes socios comerciales de la Meca.[18] Les propuso deshacerse del control que tenía sobre ellos la Meca, pero los de al-Tā’if sintieron miedo y mejor optaron por no escucharlo y echarlo de la ciudad. A pesar de estos primeros fracasos, Muhammad no se dio por vencido e intentó seguir enseñando su mensaje a los peregrinos que visitaban periódicamente el santuario de la Meca, pero los qurayšíes se las arreglaron para sabotear sus intentos, y cada vez lo fueron presionando más y más al punto de que su vida llegó a correr verdadero peligro, sin embargo, mientras permaneciera en la Meca, su clan tenía el deber de protegerlo. Finalmente la oportunidad llegó de Yatrib (Medina). Yatrib no participaba activamente en el comercio de la Meca y por lo tanto no formaba parte de la esfera de influencia de esta ciudad pues era una ciudad preponderantemente agrícola y no comercial.

4.3 Al-Yatrib (Medina)
La ciudad de al-Yatrib[19] sufría de grandes problemas propios, se encontraba sumida en venganzas de sangre y su situación se había vuelto insostenible. Su población no era homogénea y existían grandes diferencias entre las comunidades árabes y grupos judíos ricos e influyentes, a quienes Muhammad en un principio pensó en poder utilizar, sin embargo, no pudo y éstos terminarían burlándose de él al darse cuenta de lo mal informado que estaba en cuestiones bíblicas.[20] Los miembros de la tribu de los aws se enfrentaban a sus hermanos jazraŷí que ocupaban el centro de la ciudad, y los grupos judíos servían de mediadores y dominaban buena parte del comercio y la política de Yatrib.[21] Dada la situación, los grupos árabes de Yatrib invitaron a un miembro de otra “raza”, a Muhammad, para funcionar como árbitro (Hakam) de sus disputas,[22] de acuerdo con las costumbres instituidas por la tradición árabe, y eliminar así a los judíos de ese puesto.[23] Muhammad, tras algunos titubeos, decidió arriesgarse y marchó con sus pocos seguidores hacia esta ciudad, perdiendo por completo la protección de su clan en contra de sus enemigos qurayšíes. Muhammad marchó a Yatrib pero sólo bajo sus propios términos.[24] En primer lugar, los que lo habían invitado tuvieron que ir considerando el convertirse al Islam, ya que como no había otra autoridad, la religión tomaría la iniciativa para mantener el orden; a su vez se comprometerían a obedecer todo el tiempo su autoridad, a lo cual los medinenses tuvieron que acceder. En el establecimiento de este nuevo pacto habían contribuido las ideas judías difundidas también con anterioridad, pues entre ellos era común la concepción de un profeta-monarca, donde el profeta representaba el gobierno de Dios sobre la tierra. No obstante, los judíos de Medina vieron con malos ojos la presencia de Muhammad y sus predicaciones, pues temieron perder su papel como árbitros y su fuerza política entre los contendientes.
Por lo tanto, dentro de esta primera etapa de la historia del Islam, podemos apreciar cómo se iban combinado las experiencias espirituales personales de Muhammad con el deterioro social que se encontraba a su alrededor. Como todos los grandes profetas, tuvo que establecer su base de acción fuera de su lugar natal e iniciar a su vez una serie de alianzas con las personas que no se encontraban en la esfera de influencia de la oligarquía mequí, para así formar su propia comunidad aparte e intentar posteriormente aprovecharse de las debilidades del sistema para poder realizar sus reformas.

4.4 La formación de la comunidad de la Umma
Muhammad fue invitado a al-Yatrib para funcionar como árbitro de sus disputas de acuerdo a la costumbre, pues a pesar de todos los problemas que tenía con los qurayšíes perduraba su buena reputación, por ello se le conocía como “el de confianza” (al-Āmīn). Cuando trabajaba con los ricos comerciantes de la Meca, llegó a dirigir sus caravanas a puntos muy distantes e incluso dentro de territorios bizantinos y persas, por lo que pudo haber estado en contacto directo con estas grandes civilizaciones y sus costumbres. Así estuvo inmerso en el comercio tanto local como internacional,[25] por lo que conocía su dinámica y funcionamiento, sabía de organización y además había estado implicado en el sistema de alianzas de la Meca. Por ejemplo, Muhammad estuvo presente cuando los qurayšíes firmaron en la Meca la alianza de clanes conocida como la de “Los virtuosos” así como en otras alianzas de este tipo.[26] Su clan, el de los Ābu Hāšim, también había tenido un papel significativo en algunas de estas alianzas; y de la misma forma, incluso, llegó a participar en pequeñas guerras llevadas a cabo con otras tribus debido a las comunes invasiones de territorios y rutas comerciales, como en la “Guerra de sacrilegio” (590), así como en otros conflictos bélicos de esta especie; por ésto vemos que Muhammad pudo haber estado lo bastante familiarizado y contar con suficiente experiencia en cuestiones políticas, económicas e incluso bélicas.[27] Todo ello fueron elementos muy importantes, que más tarde, en Medina, le servirían para negociar su estancia con distintos acuerdos que culminaron en la llamada “Constitución de Medina”[28] y en el “Juramento de las mujeres”,[29] y finalmente en la formación de la comunidad islámica de la Umma.[30]
La palabra Umma etimológicamente se refiere a una “Comunidad de gente”, quizás se deriva del hebreo umma, del Arameo umetha o del Akadio; pero parece que es más probable que venga de la concepción de “Umm”: la madre, referida a la tienda de la esposa del jeque. Este término puede tener varias interpretaciones según su contexto y situación histórica, pero para el caso del Islam al parecer alude a la formación de una comunidad religiosa “ejemplar”, como modelo de lo justo y correcto que trascienda a todas las diferencias entre el ser humano y los une en una hermandad. Es un modelo inspirado en las comunidades hebreas y cristianas conocidas por Muhammad y el resto de los árabes, pues de acuerdo a la tradición, en un principio, la raza humana estuvo unida en una Umma con Dios. Aunque el concepto se refiere a una comunidad religiosa, con el Islam además asumió también un carácter político y social,[31] donde sus miembros juraron defenderse mutuamente sobre todas las cosas y contra todos los posibles enemigos, por ello se reconocieron en el pacto de la Umma juramentos tales como el “Juramento de los hombres” o el “De la guerra”. La Umma también implicó una comunidad de Dios establecida para la paz y la protección de sus miembros, así se convertiría en más que un simple pacto entre hombres, pues sería sobre todas las cosas un pacto con Dios a través de su intermediario Muhammad. Sin embargo, en un principio, sus miembros no estuvieron obligados a aceptar la nueva religión para pertenecer a la comunidad, ya que sólo se comprometían a aceptar completamente la autoridad de Muhammad, por lo que en un principio implicó solo una alianza (a similitud de la israelita). Muhammad, con los nuevos acuerdos a los que llegó con los habitantes de Medina, convertía a la ciudad en un nuevo haram, lo cual fue indicio del principio de un nuevo centro político, comercial y religioso, el cual también los extranjeros debían respetar.
La formación de la comunidad de la Umma es un aspecto fundamental en la historia del Islam, pues marcó el principio real de la comunidad islámica bajo los preceptos de unión musulmana que han perdurado hasta nuestros días.[32] Se refirió a la formación de una comunidad que llegaría a compartir una religión en común, bajo términos específicos de clientela que al mismo tiempo implicó motivos políticos, de mutua defensa y seguridad entre sus miembros dentro de una federación, donde, en este caso, el enemigo declarado era la tribu de los qurayšíes de la Meca.[33] La Umma se formó para convertir a Medina en un centro de operaciones seguro y confiable, pues cuando Muhammad abandonó la Meca, perdió por completo la defensa y protección de su familia, así como sus derechos en el clan. Por lo tanto, Muhammad tenía que estar seguro de la lealtad de los nuevos seguidores que en Medina encontraba, por ello aparte de los juramentos ya mencionados, dictó normas que regulaban la vida de la Umma y las distintas relaciones entre sus miembros, por ello estipuló que:

           Todos los creyentes forman un estado, al que pertenecen todos los derechos precedentemente conferidos a la familia: venganza de sangre, guerra, etc. Este Estado tiene por jefe de Mahoma. Los judíos establecidos en Medina serán incorporados al Estado, protegidos y defendidos por los creyentes. El Profeta decidirá sobre la guerra y la paz. En caso de necesidad, todos los habitantes de Medina pagarán impuestos. Cualquiera que viole los mandatos del Profeta y quebrante la religión perderá la protección, incluso la de sus parientes. Sólo los delitos de orden privado serán juzgados en familia. La enemistad a muerte, entre los musulmanes, dejará de extenderse a las familias enteras. No existirá venganza de sangre contra los musulmanes autores de la muerte de algún fiel. Cuando un creyente sufra un daño. Cualquiera que debido a su fe, todos los creyentes deben repararle el daño. Cualquiera que provoque una agitación o motín en contra del Profeta no tiene derecho a ninguna protección, ni siquiera de su familia. Frente a los otros pueblos, los musulmanes constituyen una comunidad de miembros iguales entre ellos; los judíos y los cristianos, protegidos por los fieles, estarán bajo la ley del Profeta en todo lo que al orden público se refiere. Sin embargo, no están obligados a contribuir ni a participar en la guerra más que cuando el objeto de la misma sea la protección del país. En cuanto a los demás puntos, son iguales a los musulmanes. Éstos deben protegerse los unos a los otros, rescatar sus prisioneros y velar para que, entre ellos, no haya ningún indigente. Ningún judío, ningún cristiano, puede ser obligado a abrazar el Islam. Bajo pena de castigo, en caso de desobediencia, los habitantes de Medina están obligados a conducirse lealmente con respecto al Islam y a observar sus leyes. En lo sucesivo todo conflicto que surja en la ciudad será sometido únicamente a Dios y a Mahoma, su Profeta.”[34]

El acuerdo creó una comunidad, en un principio, con libertad de cultos, convirtió al profeta en árbitro de todas las disputas y dudas que pudieran surgir, prescribió la mezquita como lugar de encuentro para reunir los fieles, también prescribió toda una serie de dogmas religiosos muy similares a los del judaísmo.[35] En un principio no pensó en pedirle a los judíos y a los cristianos que se convirtieran al Islam, pues ellos ya habían recibido una revelación en la cual Muhammad se consideraba como la continuación del mismo mensaje.[36] La naciente comunidad musulmana tendió a reemplazar la clase de lazos y vínculos que unían hasta entonces a los clanes y tribus de la antigua Arabia; la Umma estuvo destinada a contener a todas las razas del mundo, se suprimieron las desigualdades y el honor genérico y cualquier otro tipo de vínculos y estatus que no estuvieran estipulados en la Umma. Así, a la palabra Umma, también se le añadió el nombre de Yama (conjunto del cuerpo social), que implicó una universalidad musulmana, lo cual dio pauta al posterior desarrollo legislativo y judicial de la comunidad, con el magisterio del libro revelado (el Qur’ān), el derecho aplicable a la vida cultural que pretendió conducir a una unidad ideal colectiva, a través de “un consenso unánime”, y que con el paso del tiempo (después de la desaparición del profeta), fue el mecanismo por el cual se estructuró la religión musulmana como religión de Estado, implicando los derechos y obligaciones de todo musulmán.[37] A medida que se fue desarrollando la comunidad islámica dentro de un poderoso Estado musulmán, fue quedando atrás el carácter profético del Islam para dejar paso al carácter legalista de ésta.[38] Organización de la que posteriormente intentaron adueñarse los qurayšíes, pero no sin la oposición de la figura del Imām que dirigía la oración, y posteriormente la del Ulema[39]ulemā’, singular ءālim ) como sabio sobre cuestiones religiosas, al cual también se le llegó a conocer como “califa” (Jalīfa), que sería el sucesor del profeta como jefe de la comunidad. Posteriormente se hizo una clara división entre el sabio en cuestiones religiosas y los califas como sustentadores del gobierno político;[40] pero aun así quedaron estrechamente ligados ambos poderes. El Imām, por ejemplo, no es propiamente un sacerdote a la manera occidental, pues es considerado más bien, como un sabio y guía espiritual que de acuerdo a la lectura del Qur’ān y de su interpretación en los Hadit[41] y la Sunna[42] del profeta, intenta regular las condiciones de la comunidad musulmana y de sus creyentes.[43] El Ulema interpreta los asuntos religiosos, legitima y cuestiona la posición del gobierno sobre toda la comunidad musulmana, de acuerdo a los preceptos tradicionales y la interpretación que se haga del Qur’ān y las demás tradiciones de la ley (Šarīءa);[44] por ello fue necesario, además, la legitimación de los derechos canónicos como el matrimonio y las herencias para la continuidad de la vida de la comunidad. Así es que, la constitución de la Umma, no representó solamente una cuestión de fidelidad dentro de la comunidad sino también llegó a representar la legitimidad de todo el futuro aparato institucional. Sin embargo, las interpretaciones hechas por los Ulema han sido interpretaciones encontradas que fueron una de las causas, que más tarde, provocaron la guerra civil que estalló a la muerte del profeta por su sucesión como cabeza de la comunidad, ya que las distintas fracciones no lograron ponerse de acuerdo ni en la manera ni en el individuo que debería dirigir la comunidad en la práctica temporal y espiritual de la ley.[45] Por consiguiente, el Islam se convirtió en una religión social y no individualista.

La tolerancia que en un principio distinguió a la Umma que abarcó toda Yatrib y sus grupos, cambió.[46] Al detectar Muhammad que muchos de sus seguidores no le eran fieles, los tachó de “hipócritas” (Munafiqun), ello fue provocando que el Islam se volviera cada vez más estricto en cuanto a la manera de incorporación de sus seguidores, llegando finalmente a obligar a todos sus miembros a convertirse a la nueva fe o a ser expulsados de la ciudad en caso de rehusarse. Consecuentemente se incrementaron las hostilidades, principalmente con los judíos de la ciudad y contra los oportunistas. Como siguiente paso Muhammad y sus seguidores, como había sido costumbre entre los profetas-soldados israelitas, tomaron las armas y decidieron atacar a los mequíes donde más les causara daño, y también empujado por la necesidad personal, decidió atacar su comercio. Por medio de las correrías empezaron a asaltar las caravanas que iban hacia la Meca, lo cual fue paulatinamente tomando el carácter de una verdadera guerra, y más aún cuando Muhammad decidió atacar la ruta hacia los mercados más importantes del Norte.[47] Todo ello obligaría a los de la Meca a negociar con Muhammad; mientras tanto Muhammad tuvo que lidiar con diferencias tanto con los de la Meca como con los judíos de Medina, que no sólo se negaron a aceptarlo como profeta, sino que incluso se burlaban de él, no quisieron convertirse al Islam y aprovechaban cualquier oportunidad para apoyar al enemigo o al bando que más les conviniera, por lo tanto, los lazos de fraternidad que implicaba la Umma en un principio, no eran realmente reconocidos por todos.

4.5 El cambio de la Qibla.
Conforme el prestigio de Muhammad fue creciendo, se fue sintiendo cada vez más fuerte y seguro para desafiar a los qurayšíes más directamente, y así lo demostraron la serie de batallas, que se suscitaron entre ambos contendientes, que se iniciaron con el ataque a la caravana en Najla en el mes sagrado de Raŷab, lo cual permitió a Muhammad obtener un buen botín;[48] posteriormente siguieron las batallas de Badr, 17 de Ramadān del año 2 hégira/13 de marzo del 624, donde los de Medina capturaron a al-Abbás bin ‛Abd al Muttalib, tío del profeta; la de Uhud 6 de Šawāl del año 3h./22 de marzo del 625 y la del Foso, del 8 al 23 de Du al-Qa‛da del año 5h./del 31 de marzo al 15 de abril del año 627, por solo nombrar las principales, de las cuales, Muhammad salió victorioso, pues incluso las derrotas que sufrió supo transformarlas en victorias, y ellas a su vez ayudaron a probar la lealtad de sus seguidores y a depurarse de los que no le eran fieles, y todo ello se interpretó como lo indiscutible de su favor divino, así fue como en general lo apreció Muhammad y algunos de sus más cercanos creyentes.
La guerra de baja intensidad que Muhammad mantenía con la Meca, había favorecido a los judíos de Medina que continuaban sus relaciones comerciales con la ciudad al-Tā’if, y con otras comunidades judías del Norte de la península. Finalmente Muhammad se dio cuenta de que su compatibilidad con los judíos de Mediana sería imposible. La primera tribu judía en irse de Medina fue la de los Banú Qaynuqáa, quienes marcharon al norte de Hiŷaz y se aliaron con los enemigos de Muhammad. Finalmente éste declaró el rompimiento final con los judíos que se quedaron en Medina (623), empezó a derogar algunos de los dogmas judíos que había promulgado anteriormente, y los fue sustituyendo o arabizando poco a poco, para finalmente aniquilar a los judíos que se habían quedado en Medina. Cambió la dirección de la qibla (dirección hacia donde se dirige la plegaria), de Jerusalén hacia el santuario de la Kaءba en la Meca, que en adelante sería la verdadera “casa de Dios”.[49]
El cambio de qibla, hacia el santuario de la Kaءba en la Meca en lugar de Jerusalén, fue el segundo paso de gran importancia hacia la consolidación de la comunidad Islámica, pues finalmente, con ello, estableció su centro político aceptado plenamente por todos, por lo tanto el conquistar la Meca se convirtió en algo imprescindible, pues solamente así el Islam podría establecerse y triunfar.[50] No solamente se cambió la qibla, sino que también Muhammad se apresuró a cambiar parte del mensaje divino, donde ahora colocaba y disponía a la Kaءba como la casa de Dios y el centro del mundo, remontando sus orígenes a los tiempos de Adán y Abraham para justificar teológicamente la santidad de dicho lugar y darle mayor fuerza a su movimiento,[51] así, también todos los demás santuarios se dedicaron a Allāh pero el de la Kaءba sería el más importante.

4.6 El tratado de al-Hudaybiya
Muhammad iba presionando cada vez más y más a los qurayšíes empujándolos a negociar con él, y con ello, reconocerlo como su igual y no como un simple ladrón, el profeta decidió pues emprender una peregrinación al santuario de la Meca durante el mes sagrado.[52] Este acto fue una de las más brillantes estrategias de Muhammad, ya que se convertiría en el principio de su victoria final sobre los de la Meca.[53] Al emprender la peregrinación al santuario de la Kaءba, Muhammad demostraba a la gente de la ciudad que reconocía la santidad de dicho lugar, que el Islam no amenazaba su prestigio y que no lo repudiaba, y que mucho menos pretendía destruirlo como los qurayšíes habían hecho creer al pueblo y a las demás tribus que dependían de los favores de la ciudad, para evitar que apoyaran a Muhammad. Éste esperaba que tribus nómadas cercanas a Medina se le unieran en el viaje, pero éstas vieron muy pocas posibilidades de éxito y de botín en el proyecto, y temieron que la expedición terminara en desastre, así, solamente 1 400 seguidores acompañaron a Muhammad. Al tener noticia los qurayšíes sobre las intenciones de Muhammad y de sus seguidores de hacer la peregrinación y visitar la Kaءba, sintieron miedo pues temieron que se convirtiera en un nuevo ataque a los intereses de éstos, por lo que decidieron interceptarlo en el camino, pero al darse cuenta de las intenciones de Muhammad de hacer efectivamente la peregrinación a la Kaءba pues iba preparado para ello, decidieron entrar en negociaciones con él, pues ya para entonces los qurayšíes habían sufrido grandes pérdidas materiales y desprestigio social. Ello dio como resultado el famoso tratado de Al-Hudaybiya, que es el nombre de la villa donde se llevó a cabo dicho tratado, al borde del Haram de la Meca (Du al-Qaءda del año 6 h., marzo del 628). Este acuerdo en un principio, pareció ser una derrota y humillación diplomática para Muhammad, sin embargo los negociantes qurayšíes y los mismos seguidores de Muhammad no percibieron al momento lo que dicho tratado realmente significaba.
El tratado o tregua de Hudaybiya marcó el principio del fin de la autoridad de los qurayšíes y de su hegemonía en la Meca y en el resto de Arabia. Los quraišíes mandaron a Jālid bin al-Wālíd a negociar con Muhammad. En los acuerdos que llegaron en tal tratado que duraría diez años, se estipuló que Muhammad no seguiría adelante con su peregrinación aquel año, a cambio de que al siguiente los mequíes evacuarían la ciudad durante tres días, sin poner trabas a la primera peregrinación de los musulmanes al santuario; en diez años no iba a haber ningún ataque ni provocación entre dichos contendientes, Muhammad entregaría a los de la Meca cualquier persona de los qurayší que acudieran a él sin el permiso de su protector, pero los qurayšíes no estarían obligados a ello en caso contrario. Finalmente, las tribus de todo el país tendrían la absoluta libertad para concertar una alianza ya sea con Muhammad o con los qurayšíes. Muhammad regresó a Medina y organizó una pequeña campaña contra los judíos de Jaybar (Muharram del 7h./mayo del 628), para calmar los ánimos de sus seguidores por la supuesta humillación del tratado. Siguieron otras pequeñas campañas como las de Fadak y Wadi al-Qura, que sirvieron para enriquecer a los musulmanes y a nuevas tribus beduinas que se le habían aliado, así también dirigió pequeñas campañas hacia otros importantes centros tribales árabes. A largo plazo el tratado demostró ser un éxito contundente para Muhammad, ya que en primer lugar, los qurayšíes lo reconocían como su igual, y ya no era un simple forajido, ello le dio prestigio a Muhammad entre las demás tribus, que ahora tenían la oportunidad de aliarse a cualquier bando que ellos eligieran sin temor a represalias, lo cual fue de gran beneficio para Muhammad, pues se empezó a hacer de aliados y su fuerza se incrementó con suma rapidez, tanto así que el tratado sólo tuvo que durar menos de dos años. Se enviaron mensajeros hacia todas las direcciones para concertar alianzas; todas aquellas tribus que no se habían beneficiado con el proyecto de los qurayšíes (que era la mayoría), se unieron rápidamente a Muhammad, quien pudo concertar un poderoso ejército que terminaría derrocando a la elite de los qurayšíes de la Meca. Después de una disputa que hubo entre ambos partidos, al parecer un musulmán, ءUtmān bin al-ءAfān, fue muerto, esto sirvió como pretexto para que Muhammad diera por terminado el tratado y atacara la Meca, y con suma facilidad la ocupó en Ramadān 8 h./Marzo del 630.[54] 

4.7 Consecuencias de la conquista de la Meca
Para el tiempo en que Muhammad ocupó la ciudad de la Meca, el comercio de la ciudad con sus demás socios se había detenido, así que el principal paso que dio Muhammad fue reanudarlo. Se dio a la tarea de restablecer la confianza en la ciudad para que los distintos clanes continuaran el comercio y prosiguieran con sus actividades cotidianas como anteriormente lo habían venido haciendo, nada más que ahora bajo su autoridad y protección. Se estableció el lugar de la Meca y su santuario se hizo exclusivo para los monoteístas; sucesivamente fueron cayendo bajo el control de Muhammad las distintas ciudades y tribus del orbe.[55]
Al lograr Muhammad la victoria sobre la Meca sin mucha resistencia, realmente no cambió mucho el orden de las cosas, pues ni siquiera tocó el tesoro de la Kaءba, el profeta mismo reiteró nuevamente su posición, la religión del Islam que profesaba reconocía que no era nueva, que ya había existido y que simplemente se había olvidado y se había venido corrompiendo desde los tiempos de Abraham, así él solamente la restauraba y hacía un llamado a su correcta aplicación.[56] Para adoptar el Islam no fue necesario una ruptura con la tradición, el Islam no exigió ningún tipo de sacrificio innecesario, se pudo visitar la Kaءba y ejercer el comercio en las ferias como en el pasado, así como continuar con sus mismos ritos y costumbres, pero con la diferencia de que todo ello se dedicara desde entonces a un único Dios.[57] Inmediatamente después de su entrada a la Meca, inició una campaña militar en contra de la ciudad de al-Tā’if, que era la que abastecía de víveres a la Meca, sin embargo, no tuvo que conquistarla pues sus habitantes se fueron convirtiendo al Islam espontáneamente.[58]
En algunos casos Muhammad tuvo que reactivar nuevamente el comercio con una serie de “guerras santas”, pues además de expandir el territorio de la comunidad musulmana, también funcionó como actor político al garantizar la seguridad de los musulmanes y su actividad económica. Muhammad mandó mensajes hacia todas las rutas para que las distintas tribus y clanes reconocieran su nueva autoridad como el nuevo hombre fuerte de la Meca, que ahora controlaba las rutas comerciales, para que posteriormente se fueran convirtiendo al Islam y asegurar así la duración del nuevo orden. También mandó mensajes a los emperadores de Bizancio y de Persia con el mismo fin, aunque este hecho se ha interpretado como una invitación a que estos grandes gobernantes adoptaran el Islam como condición previa, cosa que en un principio no se le exigió ni a las nuevas tribus, sino hasta después de que el Islam se vio con verdadera fuerza, se convirtió en requisito indispensable el aceptarlo. Mas bien lo que Muhammad intentó en un principio fue de convencer a los demás pueblos de que él era capaz de garantizar la protección del comercio, las caravanas y el orden en general.
Finalmente, al parecer, los musulmanes intentaron realizar una campaña militar en contra de territorios de Bizancio, pero dada la distancia y las continuas quejas de sus seguidores por tan arriesgada empresa, pues no estaban familiarizados con expediciones tan lejanas y contra enemigos tan poderosos, la expedición tuvo que regresar a medio camino conformándose con conquistar sólo algunos oasis, sin embargo, la expedición sirvió para dejar abierto el camino de Siria-Palestina. Poco después el profeta Muhammad murió repentinamente sin especificar quién sería su sucesor, en el 13 de Rabīء al-Āwal del año 11h. /8 de junio del 632.
Desde el comienzo de su predicación y hasta el final de ésta, Muhammad también tuvo que lidiar con la aparición de nuevos profetas rivales de Arabia central y del Yemen, quienes parecen haber aparecido entre grupos de influencia judía, y también lo hicieron los primeros califas a lo largo de la historia del Islam; y además tuvieron que lidiar a su vez con todo tipo de sublevaciones. A pesar de que Muhammad se había declarado como el “sello de los profetas” y de que la revelación del Qur’ān era la revelación definitiva, con el fin de evitar que otros personajes se hicieran pasar por profetas y distorsionaran su mensaje, la idea de un profeta que se hacía del poder pareció ser atractiva y de mucho éxito para más gente pues al parecer la atmósfera en Arabia era profética.[59] Al proclamarse a Abū Bakr[60] (ءAbdullā bin ’Abi Quhāfa al-Timī) como primer califa, estalló una guerra civil entre las tribus que reclamaban la sucesión del profeta, primera crisis seria del Islam, la guerra estalló no por cuestiones teológicas, sino por asuntos concernientes a la herencia política.[61] Los principales contendientes aparecieron entre los miembros de la tribu tamīm y la de los qurayši quienes se sentían con el derecho de gobernar en una teocracia; los qurayšíes reclamaban la sucesión porque Muhammad había nacido en su tribu y sus reclamos habían sido apoyados por él y sus seguidores, y los Banū Tamīm la demandaban porque ellos lo habían apoyado durante el periodo de sus predicaciones.[62] Las guerras que se suscitaron se llamaron guerras de “los apostatas” (al-Ridda). La primera “guerra de los apostatas” después de la muerte del profeta fue la guerra de al-Ansí en el Yemen,[63] se puede afirmar que estas guerras incluso empezaron antes de la muerte de Muhammad sin que éste lo supiera. El sentido de esta guerra ha sido distorsionado por la tradición, pues en realidad no era una apostasía, pues lo que al parecer sucedió fue que ciertas tribus beduinas se rehusaron a continuar el pago de contribuciones y a reconocer la autoridad política de Medina, pues la mayoría de las tribus no habían adoptado aún el Islam, y ello se acrecentó cuando Abū Bakr asumió el poder como sucesor del profeta, ya que con la muerte de Muhammad terminaban los tratos y acuerdos políticos personales que se habían realizado entre las distintas tribus  y él, por ello se negaron continuar el pago de cualquier contribución o acuerdo hacia otra persona y a reconocer su autoridad, mientras que las otras tribus (Tamīm y Qurayši) empezaron a luchar por asumir el control político. Así, a esto también se le añadió que fueran apareciendo pseudoprofetas, e incluso otras sectas como las actuales de los behaíes y ahmadíes.[64] En la región del Yemen, ءIhala bin Kaءb al-ءAnsī (al-Aswad) también anunció el nacimiento de una nueva religión, que a semejanza del Islam tenía elementos cristianos y judíos, su movimiento perduró aún después de que al-Aswad fuera asesinado, fue continuado por Qays bin Hubayra al-Maksuh, aunque más tarde éste pudo ser controlado. Al mismo tiempo los gatafán y los āsad aprovechando la confusión, intentaron tomar Medina por sorpresa, pero Abū Bakr los contuvo en la región de Du al-Qassa, y finalmente Jālid bin al-Wālīd los derrotó completamente en la región de Buzaja. En el Rabīء al-Āwal 12h./mayo del 633, el yemení Abū Sumāma Hārūn bin Habīb al-Hanyfī (Musaylima) se declaró profeta y fue derrotado en la sangrienta batalla de Aqraba (“el jardín de la muerte”); Tulayha bin Jawīlid al-’Āsadī también se declaró profeta en la región de Najd.[65] Finalmente Abū Bakr pacificó completamente Arabia en aproximadamente un año; en la región del actual Irak junto con Mutana bin Harita derrotaron a Hira’, y sometieron a una profetisa de los Banū Tamīm, Sajah, preparándose así para la gran expansión musulmana hacia territorios bizantinos y persas.[66]

Después de la muerte del profeta se siguieron desarrollando algunas de las instituciones que había creado, pues durante sus predicaciones logró expedir una serie de decretos y normas que quedaron grabados en el Qur’ān, la Sunna y los Hadit, acerca de cómo debería guiarse el nuevo estado musulmán. En realidad el concepto de profeta en el Islam quedó más ligado con lo legislativo.[67] Casi todos los ritos, plegarias, peregrinaciones, dogmas, lugares santos y todos aquellos aspectos de la antigua religión popular no cambiaron ni se modificaron en gran medida, simplemente desde entonces quedaron dedicados a un sólo Dios, incluso el mes de Ramadān (mes en que fue revelado el Qur’ān), ya era sagrado para los antiguos árabes preislámicos.[68] Los cultos paganos se fueron reformando paulatinamente (después de la muerte de Muhammad), adaptándolos a las necesidades del monoteísmo modificándose así algunas de las liturgias.[69] Incluso los mismos qurayšíes quedaron incorporados en el proyecto de Muhammad, pues en realidad sus planes no habían diferido mucho de los de éstos. La principal aportación de Muhammad fue la incorporación de un aparato ideológico, del que carecía el proyecto de los qurayšíes al proyecto de unificación de los árabes, lo cual se tradujo en la elaboración del Qur’ān como libro sagrado inspirado por Dios, ya que todos los grandes pueblos tenían uno. Sin embargo Muhammad declaró la superioridad de su religión. Para ello fue imprescindible la formación de una comunidad, la Umma, cuya unidad y hermandad se basaría exclusivamente en la religión, pues los musulmanes tenían que verse como hermanos solidarios entre sí, a semejanza de las otras comunidades religiosas, lo cual aumentaría su cohesión y aseguraría por más tiempo el mantenimiento de la justicia y el nuevo orden social.

Lo económico se enlazó con lo religioso. Desde mucho tiempo antes del nacimiento del Islam, el comercio y el culto iban de la mano, los dioses protegían a las caravanas y el comercio y el intercambio se realizaba en los lugares santos. Con la aparición del Islam, Allāh heredó el nuevo cargo de bendecir el comercio y renovar con un nuevo pacto su protección, así el profeta fomentó en gran medida el comercio y lo bendijo. La agricultura era consideraba como la actividad más baja en el ideal de vida musulmana, en contraste con la noble ocupación del comercio.[70] Cuando Muhammad estuvo predicando en la Meca, constantemente amenazaba a los qurayšíes y les advertía que su incredulidad, los vicios sociales y comerciales de su existencia, los alejaría del favor divino de las ganancias en sus transacciones comerciales,  ya que sólo pensaban en ellos mismos y descuidaban al prójimo y al desposeído, por lo tanto, ya estando en Medina, empezó a constituir un conjunto de prescripciones que serían la base del futuro derecho mercantil musulmán.[71] 
El genio organizador de Muhammad permitió sentar las bases del futuro Estado islámico, pues la comunidad política se desarrolló a partir de una comunidad religiosa.[72] Se sustituyeron los parentescos y las alianzas consanguíneas por los valores de igualdad que todos obtenían dentro de la nueva comunidad basada en principios religiosos, con el fin de hacer frente a enemigos tanto internos como externos. Las comunidades consideradas como gente del Libro que quedaron en los territorios ganados por los musulmanes, fueron toleradas y respetadas a cambio de pagar una contribución, el saqat, y también se respetó a los ascetas y monjes del desierto, pues según el profeta, eran gente dedicada a la oración.[73] El profeta instituyó una religión que integraba la cooperación de todos sus individuos bajo términos de igualdad de derechos hacia la realización de fines en común, sin embargo, a pesar de los términos de igualdad para todos lo miembros de la comunidad, continuó perdurando el clan como unidad social básica,[74] pero paulatinamente se fueron homogeneizando los principios de igualdad entre los miembros de la comunidad; para que la comunidad no se perdiera además de basarse en principios religiosos, para justificarla y sacralizarla, Muhammad se cercioró, antes de morir, de sentar las bases de las instituciones básicas para su protección y desarrollo, como el cuerpo de funcionarios, la organización militar, la hacienda pública y las relaciones exteriores;[75] repartió las tierras conquistadas[76] y fomentó la sedentarización de las tribus beduinas pues las demandas espirituales del Islam la convertían en un religión urbana, aunque hubiera sido propagada por los nómadas; y por supuesto el principio básico de su doctrina era reconocer a un único Dios y a Muhammad como su profeta. Así, los capítulos del Qur’ān escritos en la Meca, se refieren más a cuestiones de doctrina y ética, mientras que los capítulos escritos en Medina, tratan más de asuntos legales y políticos, así como de problemas de orden cotidiano de la comunidad musulmana que se iría transformando en un Estado.[77] Como podemos apreciar es difícil pensar que Muhammad haya tomado todas estas medidas para asegurar la vida de la comunidad, y no pensara en crear un cierto mecanismo para elegir a su sucesor cuando él muriera.

Realmente quien consolidó al Islam como religión de Estado sobre bases firmes fue el segundo califa, Omar bin Jatāb. Éste realizó las primeras “guerras de expansión”, y fue sucesor de Abū Bakr en el 34 h./654 el cual, a su vez, había realizado las “guerras de consolidación”.[78] En el tiempo del califa Omar se hicieron las mayores conquistas es el llamado San Pablo del Islam, pues él pudo establecer al Islam como religión oficial en toda Arabia;[79] y fue quien recopiló la serie de qur’ānes que estaban dispersos y le dio forma definitiva como único libro sagrado y como palabra de Dios. Su sucesor y tercer califa fue ءUtmān bin ءAfān, descendiente de la oligarquía de los Omeyas, de lo cual este grupo pudo sacar buen provecho. Al ser asesinado ءUtmān se nombró como cuarto califa al yerno del profeta, ءAlī bin Tālib. A estos primeros cuatro califas que sucedieron inmediatamente a Muhammad, se les conoce, de acuerdo con la tradición, como los Rašidūn, o califas “ortodoxos”, o “los que están bien encaminados y siguen la vía recta”.[80] 

CONCLUSIONES

Como podemos apreciar, los orígenes y desarrollo histórico del Islam, son similares a los de las religiones monoteístas precedentes que surgieron en el área, tanto en el aspecto histórico como en el funcional y el espiritual. Todas estas religiones trataron de dar respuesta a las necesidades prácticas y espirituales de la sociedad del momento: todas ellas trataron de renovar un mensaje o pacto previo que, según las consideraciones dadas por el deterioro social, se interpretaron como una corrupción del mensaje o pacto original, el cual tuvo que ser renovado.
La necesidad de la renovación del mensaje se interpretó como si las imperfecciones del hombre lo hubieran distorsionado o modificado de acuerdo a intereses particulares, y no porque la violación del pacto proviniera de las concepciones divinas por ser éstas de naturaleza perfecta, por lo tanto, el hombre es el que tuvo que adecuarse a las nuevas situaciones para cambiar su vida social, mejorarla y recuperar el favor divino. Sin embargo, inconscientemente, así como iba cambiando su modo de vida material, también iba cambiando su relación con lo divino modificando a las divinidades, para adecuarlas a las necesidades propias del momento, haciéndolas más puras y perfectas. Todo tendió a estar regido por creencias divinas, por lo tanto, no se podían ganar batallas y tener prosperidad sin este favor; por lo mismo, cuando estos aspectos decayeron se interpretaron como un castigo divino por la desobediencia y el desvío del comportamiento humano, así tuvieron que cambiarse las concepciones arcaicas y poco funcionales por aquellas que permitieron entender mejor las nuevas necesidades para acoplarse a ellas. Las guerras eran libradas, aparentemente, por los ejércitos pero en última instancia eran decididas por los dioses respectivos.
Como hemos podido apreciar, tanto en el zoroastrismo, como en el judaísmo y en el Islam, el origen del desarrollo de la divinidad única no fue algo nuevo. El dios que cada una de estas religiones adoptó como el único, ya existía y no debía ser novedoso en la religión. Éste dios siempre formó parte de un panteón amplio donde en la mayoría de los casos podía haber existido como una divinidad mayor, mas no como la única ni la más importante; podía ser una de las divinidades principales y más cualificadas, más vinculada, por lo tanto, a un ambiente en particular con un gran patrimonio cultural muy arraigado. En ningún caso se asumió a una divinidad única que no fuera ya conocida y familiar para el pueblo con anterioridad. En general, los rasgos predominantes de estas divinidades, eran de predominancia nómada pastoril más que agraria: aniconismo, desmitificación, aislamiento familiar y vinculación con los antepasados genealógicos. Y en todos estos caso, la selección de una divinidad única se hizo por razones políticas y sociales más que meramente religiosas o espirituales, pues la “necesidad” de predominancia de un único Dios estaba fuertemente relacionado con la dificultad de construir un estado nacional sobre una base fragmentada y diversificada. Cada grupo político se abanderó bajo sus propias divinidades, y la fracción que resultó vencedora impuso a su dios, ello fue muestra indiscutible de la veracidad y unicidad de la divinidad y de su pueblo. En tempranas épocas la presencia de una divinidad, posteriormente convertida en única, no excluyó a otras creencias. Cada grupo podía conservar y rendir culto a sus propias divinidades incluso en los mismos sitios y santuarios que los demás, así, cada tribu podía conservar sus propias tradiciones locales. Muchos de los dioses menores se podían identificar con el dios principal (ya haya sido Ahura Mazda, Yavhé o Allāh), pero conservando sus propias peculiaridades de culto, patrimonio mitológico e incluso clero. Así, los dioses de las religiones monoteístas, en sus inicios, nunca fueron divinidades únicas como se encuentran más tarde, y todas ellas tuvieron incluso su contraparte femenina, a éstas se les solía identificar como sus esposas (Ahura Mazda y Anahitá,[81] Yahvé y Asherah, y Allāh y al-ءUzza)[82], lo hayan sido o no, pero lo cierto es que formaban parte de una compleja estructura politeísta que respondía a las necesidades políticas, económicas y religiosas de cada tiempo y lugar. Durante el proceso de lucha por el predominio de una sola divinidad como única e indiscutible, en algunos casos se presentó un proceso de asimilación (como los casos de “El”, ‛Elyon, y divinidades pastoriles para el caso de Yahvé, así como las divinidades que quedaron sintetizadas en los cien nombres preciosos de Allāh), y en otros caso se dio una subordinación y división de pequeños dioses convirtiéndolos en ángeles o demonios, según sus propias características, pero siempre todos ellos supeditados a una identidad principal y todopoderosa (se inicia este proceso con la tradición zoroástrica de Ahura Mazda).
Todos estos cambios se dieron como resultado de las luchas políticas y militares que se suscitaron entre los estados, lo cual hubo consecuencias teológicas. Así, las revoluciones y fenómenos teológicos no son más que el resultado de los aspectos sociales, políticos y económicos que se vivían. La lucha por el predominio de un solo pueblo sobre los demás, era además la lucha de un solo dios nacional sobre el de los otros, para imponerse como el único y el verdadero; así, vemos que las concepciones teológicas no son más que el reflejo de lo terrenal; la efervescencia religiosa, como el nacionalismo por una patria, se exaltan mucho más durante los periodos de conflictos sociales y bélicos que durante los periodos de paz y tranquilidad, por ello, durante los periodos de descontento el mensaje de los profetas y sacerdotes tuvo más impacto sobre la sociedad y es cuando más necesario se hizo el mantener la fidelidad a un Dios único como única esperanza de salvación. Por primera vez se concibió un único reino, que venerara a un solo Dios y que lo hiciera en un solo lugar. La legitimidad y los buenos gobiernos del rey, ya no fueron lo único que determinó la actitud de dios con respecto a su pueblo (como único intermediario entre lo divino y lo terrenal), pues se desvaneció el ideal monárquico, ahora el compromiso se extendió hacia el comportamiento y responsabilidad de todos. De esta forma, la desgracia o éxito de una sociedad se determinó por la actitud de fidelidad de todo el pueblo con respecto a Dios; así, se impuso la monolatría, el templo central, la ley codificada (como nuevo punto de referencia más que el territorio) y la responsabilidad colectiva. Y todo esto tenía sentido si la ley coincidía con la prosperidad política y económica.
Así, el profeta Muhammad trató de dar solución a las necesidades que el pueblo tuvo en ese momento, y trató de elevarlo a la altura de las grandes civilizaciones y potencias de esos días, se percató de que ésto sólo podía hacerse de manera duradera y eficaz a través de la religión, una religión que en primer lugar fuera monoteísta y que se adecuara a las difíciles condiciones del medio ambiente de Arabia, con el fin establecer un replanteamiento de las relaciones sociopolíticas con arreglo a un nuevo código. Todo esto mostró un gran talento de parte del profeta, que entendió que el poder político y económico no eran suficientes para cohesionar a un pueblo tan dividido y fragmentado como el de Arabia, pues comprendió que la acumulación de riquezas y poder en pocas manos traía consigo mayores diferenciaciones sociales y empujaba a una mayor división e injusticia; así para que el proyecto de unificación estuviera completo, fue necesario contar con un solo gobierno y un solo Dios, de otra manera no podía haber sido posible una unión duradera, ya que el mundo exterior estaba sufriendo grandes cambios, no sólo materiales y políticos, sino también espirituales ante los cuales Arabia no podía seguir indiferente. Por ello, Muhammad le dio a su pueblo lo que en ese momento necesitaba más: una organización plenamente basada en la justicia divina, que permitiera no sólo unificar a todos los pueblos árabes sino también unir sus creencias, creó los mecanismos necesarios para obtener el conocimiento dondequiera que este estuviera, cosa muy necesario para el pleno desarrollo y conocimiento que el estado islámico necesitaría. A partir de la revelación del Qur’ān, la Arabia peninsular ya nunca volvería a ser la misma pues finalmente Dios se reveló a los pueblos árabes del desierto y reveló su mensaje en su propio idioma, haciéndolos su nuevo pueblo y su nueva sede. Finalmente volvió a resurgir Dios de las arenas del desierto y continuó renovando su mensaje, ahora a través de otra rama de la familia de los pueblos de origen indoeuropeo-semita, para dar a conocer una nueva religión y convertirla en una de las más importantes y extensas del mundo.
El profeta Muhammad logró unificar los mensajes de los antiguos profetas bíblicos, arabizándolos para crear la religión del Islam. Así como la vida del desierto era muy sencilla, así lo sería el Islam, para que todo mundo lo pudiera entender, pues lo más importante era identificar que solo podía existir un Dios y por lo tanto una sola religión y un solo pueblo, el pueblo musulmán que se sometería completamente a la voluntad de Dios. La vida simple del desierto quedó reflejada en el Islam y ello le dio un carácter flexible y expansivo que lo caracterizó conforme se desarrolló y consolidó.
El profeta Muhammad logró sentar las bases para que los árabes entraran activamente en la historia universal al consolidar el estado islámico; a diferencia de otros profetas, Muhammad no sólo pretendía renovar a la sociedad y hacerla más civilizada, a similitud de las otras, sino que realmente pretendía crear un Estado árabe basado en una religión nueva que sería la continuación de las otras, y por lo mismo más perfecta y depurada en aspectos teológicos, libre de elementos politeístas y jerarquías sacerdotales. Se pasó de un código del parentesco de las relaciones tribales, para desembocar en el de un estado “nacional”. La inspiración del proyecto de Muhammad surgió de su entorno, de ahí tomó los elementos religiosos y políticos para poder elevar a los árabes a una verdadera potencia mundial; proveyó el aparato ideológico y le dio sentido a la vida de las tribus tanto sedentarias como beduinas de la península; unió todos los elementos disponibles y los conjunto en un solo fin y en una sola dirección. Todo ello fue posible gracias a la situación tanto nacional como internacional del momento, las circunstancias se prestaron verdaderamente para que Muhammad pudiera lograr sus objetivos para con su pueblo, así es que apareció en el lugar justo, en el momento adecuado y con el mensaje correcto. Finalmente el pueblo árabe estuvo listo para salir del desierto y aprender todo lo posible de los decadentes imperios de la periferia, para ya no funcionar más como simples clientes de éstos, como había sucedido en el pasado. El profeta logró lo que ningún otro pudo antes que él: unificar a los árabes bajo una sola concepción, construida con elementos propios y externos que pudieron ser utilizados. Así, el mensaje del profeta no implicó de ninguna manera la renuncia del pasado, sino que retomó las antiguas costumbres y creencias y las adaptó, mezclándolas con lo presente, y dejando la posibilidad de aceptar la modernidad y las ciencias nuevas que ayudarían a formar el nuevo carácter cultural de los musulmanes. Por lo tanto, la religión del Islam permitió unir lo pasado y lo presente para proyectarlo hacia el futuro, pues el profeta supo aprovechar las experiencias antiguas, tanto religiosas como sociales y políticas para conformarse.
La religión del Islam se formó a similitud de todas las demás, con la unión de elementos tradicionales con nuevos, pero a diferencia de las otras, nació junto con el estado y lo formó, así que no tuvo que pasar por largos periodos para establecerlo como tal, sino que de alguna manera aprovechó las experiencias y enseñanzas previas para formarse, contando desde un principio con escrituras sagradas y tradición escrita. Con ello el Islam pasó de ser una mera secta a ser una auténtica religión y, con el trabajo político y económico que estaban haciendo los miembros de la tribu de los qurayší en la península y sumado a todo ello el gran descontento social que tales cambios provocaban en los estratos más bajos de la sociedad, el mensaje del Islam pudo ser adecuadamente recibido y pudo tener el gran impacto que tuvo, convirtiéndose rápidamente en una verdadera religión universal.
El Islam provocó cambios espirituales en la conciencia de las tribus árabes, les dio mayores valores y principalmente los colocó en una importante posición para que ellos mismos se consideraran como un verdadero pueblo y civilización, que pudo competir con las más desarrolladas; rápidamente su pueblo pudo hacerse de una larga y rica tradición cultural y religiosa donde antes no podían reconocerse, así fue como la religión de Islam pudo proveer los elementos necesarios para ligar todos los elementos existentes dándoles un sentido y verdadera cohesión para que fácilmente pudieron ser entendidos por todos. La larga tradición bíblica proveyó buena parte de los elementos que se necesitaron para establecer una razón de ser a los demás pueblos; el Islam, a su manera, unió lo bíblico y lo árabe creando una verdadera continuidad, y así los árabes del desierto pudieron entrar en contacto con el dios de la Biblia, y pudieron sentirse como verdadera parte de la historia, y así mismo proclamar su necesidad de sentirse parte del reino de Dios para consolidar una identidad propia.

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[1] Gibb, op. cit., pp. 30-31 y 35. Watt, Mongomery, Mahoma, profeta y hombre de Estado, pp. 40-41.
[2] Ruiz Figueroa, Manuel, “Surgimiento y consolidación del Estado Islámico”, en: Estudios de Asia y África, v. 25, p. 59 ss.
[3] Sourdel, Dominique, Historia de los árabes, pp.23-24.
[4] Ruiz, “Surgimiento y consolidación del Estado islámico”, passim.
[5] Lewis, The arabs in history, op. cit., p. 4.
[6] Gaudefroy-Demombynes, op. cit., p. 21.
[7] Pareja, op. cit., p. 68. Caetani, op. cit., pp. 122 ss.
[8] Vernet, op. cit., p.58.
[9] Caetani, op. cit., pp. 156 ss.
[10] Corán, Sura 105.
[11] Que también descendía de la tribu de los qurayšíes. Para poder tener alguna influencia en los asuntos importantes de la Meca que cada vez era más elitista y materialista, en el caso de Muhammad que era pobre, era necesario casarse o asociarse con una mujer rica, necesidad que cubrió Jadiŷa que aunque era mayor que él por quince años y ya había estado casada dos veces antes, era rica. Además, Jadiŷa tenía un primo Waraqa, que era cristiano, el cual también pudo ejercer influencia espiritual en Muhammad. Watt, op. cit., p. 19. Pareja, op. cit., p. 692. Lings, op. cit., p. 24.
[12] Heller, op. cit., p. 26.
[13] A similitud de la sasánida mazdeísta y la bizantina cristiana.
[14] Ruiz, “Surgimiento y consolidación del Estado islámico”, op. cit., pp. 68-69.
[15] Ideas inspiradas también en escritos rabínicos, pero sus orígenes se remontan en el mazdeísmo, así como la idea del puente tendido sobre el infierno que es más fino que un cabello y que el filo de una espada, muy popular en el judaísmo y el cristianismo, retomado nuevamente en el Islam, sin embargo otras ideas como las del pecado original no arraigaron en el Islam. Bausani, Alessandro, El Islam en su cultura, pp. 32-33. Williams, John Alden, Islam, p. 6. También en el Qur’ān se encuentran rastros de los libros apócrifos cristianos que llevaron consigo los ascetas cristianos al desierto, especialmente a cerca de la naturaleza de Jesús, y los grandes y controvertidos problemas sobre la trinidad, que fueron causas de grandes cismas dentro de la Iglesia Cristiana, y los cuales tampoco Muhammad pudo entender. Corán: III, 42-47, 52-53; XIX, 16-21, 28-29; IV, 154-159, 161-172. Pareja, op. cit., pp. 490 y 696.
[16]  Shaban, op. cit., pp.16-17.
[17] Watt, op. cit., pp. 65, 74-75.
[18] Wellhausen, Julius, The arab kingdom and its fall, pp. 4-5.
[19] Posteriormente, se cambió su nombre al de Medina, (“La ciudad del profeta”), puesto que fue esta la ciudad que lo resguardo y apoyó cuando abandonó la Meca.
[20] Pareja, op, cit., p. 73.
[21] Shaban, op. cit., pp. 18. Lings, op. cit., pp. 66-67.
[22] A pesar de que ello significaba entrar en conflicto con los qurayšíes, pues los de Medina sabían perfectamente los problemas que existían entre éstos y Muhammad. Vernet, op. cit., pp. 42 y 66.
[23] Al-Tabari, The history of al-Tabari, op. cit., v. 7, p. 7.
[24] Inicio de la Hiŷra, o “Hégira” (emigración) en castellano, que marca también el inicio del calendario islámico.
[25] Caetani, op. cit. pp. 134 y 137 y 159.
[26] Lings, op. cit., p. 39. Caetani, op. cit., pp. 164 ss.
[27] Le Bon, op. cit., p. 82. Watt, op. cit., p. 18. Caetani, op. cit., p. 163.
[28] Sourdel, Dominique, Historia de los árabes, p. 28. Al-Tabari, v 7, op. cit. pp. 15-16.
[29] “En el 621, durante la peregrinación un grupo de awsíes y jazraŷíes juraron, en una colina cercana a La Meca, la de Aqaba, defender a Mahoma como a sus propias mujeres y creer en un solo Dios, no robar, no cometer adulterio, no matar a las hijas, no decir mentiras y no desobedecer a Mahoma.” En: Vernet, op. cit., pp. 66-68.
[30] Pareja, op. cit., p. 74. Williams, John Alden, op. cit., pp. 56-59.
[31] The encyclopaedia of Islam, v. 10, fasciculus, pp. 177-178, pp. 859-863. Comunidad donde todos sus miembros se unen en un tipo de hermandad; dentro de la cultura semita un simple convenio convertía a los hombres en “hermanos”, por lo que este concepto podía sufrir muchas connotaciones. Smith, pp. 15-16; 54-55. Maillo Salgado, Felipe, Vocabulario básico de historia del Islam, pp.173-174.
[32] Mesianismo en el Islam en la formación de la comunidad de la Umma: The Oxford encyclopaedia of the modern islamic world, v. 3, pp. 95-96. Ruiz, “Surgimiento y consolidación del Estado islámico”, op. cit., p. 74.
[33] Massignon, Louis, Ciencia de la compasión. Escritos sobre el Islam, el lenguaje místico y la fe abrahámica, pp. 29-30.
[34] Bey, op. cit., pp. 160-161. Vernet, Juan, op. cit., pp. 70-71.
[35] Wellhausen, op. cit., pp.12-16. Lewis, The arabs in history, op. cit. Pp. 40-44.
[36] Armstrong, op. cit., pp. 151-153.
[37] Massignon, pp. 30-34.
[38] Heller, op. cit., p. 55. Gibb, op. cit., p. 85.
[39] Es un gran maestro, fundador de escuelas jurídicas, etc. El término surge por oposición al califa, como guía supremo de la comunidad.
[40] Pareja, op. cit., pp. 701-702.
[41] “Declaración”, versiones de lo que se dice que dijo e hizo el profeta y sus compañeros. Existen varias colecciones de los hadit: están las de al-Muwatta´ (“el camino allanado”) de Malik (m. 795), los dos Sahih (“Digestos auténticos”) de Bujári (m. 870) y de Muslim (m. 875), y las antologías de Ibn Madja (886), de Abū Da’ud (888), de at-Tirmidi (892) y de an-Nasa’i (915). Son conocidos como “los seis libros”, componiendo el cuerpo jurídico del Islam. Bausani, op. cit., p. 42, y Gibb, op. cit., p. 72. y Williams, op. cit., pp. 44 y ss.
[42] “Costumbre” o referido a “las costumbres de la comunidad”, hay las de los antecesores, de los padres; a la cual se opone el Qur’ān que habla de la Sunna de Dios. La preservación de la Sunna ha sido para el Islam una forma de mantener su continuidad histórica. La Umma creó su propia Sunna con su sistema propio de usos sociales y legales, ya sea que hayan sido tomados de las antiguas costumbres o establecidos por el profeta, y transmitidas oralmente, pues no se contienen en el Qur’ān. Gibb, op. cit., p. 70. Williams, op. cit., pp. 74-75.
[43] Bausani, op. cit., pp. 14-21y 34-35.
[44] Ibid, pp. 40-78. Gibb, op. cit., pp. 93-95. Los principales escribas de Muhammad fueron: Muad bin Chabal, Ubayy bin Kab y Zayd bin Tabit (m. 45 h./666).
[45] Massignon, op. cit., pp. 35-38.
[46] Gaudefroy-Demombynes, op. cit., p. 443.
[47] Shaban, op. cit., p.20
[48] Por lo que los habitantes de la ciudad de la Meca, lo tacharon de bandolero,  por lo que Muhammad dio a conocer el versículo 2, 214/217- 74, para justificar sus acciones.
[49] Al-Tabari, vol. 7, op. cit., pp. 25-26. Vernet, op. cit., pp. 76-77, 80-81. Tiempo después con la espléndida construcción de la mezquita de la Roca en Jerusalén, ءAbd al-Malik trató de competir con la Meca, intentó que los peregrinos dejaran de visitar la Kaءba y de dirigir sus rezos hacia el lugar, para dirigirse a la mezquita en Jerusalén, pues tenía como rival al califa de la Meca que era entonces Ibn al-Zubayr. Hodgson, op. cit., p. 704. Willams, op. cit., p. 61.
[50] Gaudefroy-Demombynes, op. cit., pp.103-104.
[51] Wellhausen, op. cit., pp. 19-20. Pareja, op. cit., pp. 76-77.
[52] Muhammad había soñado que entraba victorioso a la Meca, afeitado y rapado de los cabellos. Todos pensaron que el sueño se realizaría pronto, pero al empezar a dudar de él, Muhammad dio a conocer el versículo, vid. Corán XLVIII, 27. Bausani, op. cit., p. 179.
[53] Bey, op. cit., pp.235-239.
[54] The Encyclopaedia del Islam, v. 3, Fasciculus 49-50, p. 539.
[55] Caetani, op. cit., pp. 210 ss.
[56] Wellhausen, op. cit., pp. 2-3.
[57] Bey, op. cit., pp. 242-245.
[58] Pareja, op. cit., p. 77.
[59] Bey, op. cit, pp. 275-278.
[60] Era suegro y compañero del profeta, su nombre Bakr significa: “padre del joven camello”.
[61] Entre los que se negaron a aceptar como califa a Abū Bakr, se encontraban ءAlī (yerno del profeta y posterior cuarto califa) y Sayd bin Ubāda y se negaron a pagarle el azaque. Gibb, op. cit., pp. 12-13. Pareja, op. cit., pp. 83 ss. Williams, op. cit., pp. 66-67.
[62] Al-Tabari, v. 10, op. cit. pp. 2-8.
[63] Ibidem, p. 41.
[64] Mantienen que la comunicación con Dios no acabó con Muhammad, sino que ésta continuará su manifestación durante los tiempos.
[65] Watt, op. cit., p. 190. Al-Tabari, v. 10, op. cit. pp. 41-43, 55-58.
[66] Vernet, op. cit., pp. 130-131. Atiyah, Edward Selim, The arabs, p. 31.
[67] Wellhausen, op. cit., pp. 22-23, 27. Bausani, op. cit., p.29.
[68] Hitti, op. cit., p. 132. Armstrong, op. cit., p. 132.
[69] Como en la peregrinación, donde se mantuvieron buena parte de los ritos tradicionales, como el corte de cabello para los hombres y la cabeza tapada para las mujeres con un pañuelo o velo.
[70] Holt, op. cit., p. 447.
[71] Gaudefroy-Demombynes, op. cit., p.469.
[72] Wellhausen, op. cit., pp. 1-2.
[73] Al-Tabari, v. 10, op. cit., p. 16.
[74] Shaban, op. cit., p. 23. Sourdel, Dominique, Historia de los árabes, op. cit., p. 29.
[75] Vernet, op. cit., p. 107.
[76] Corán VII, 125-126.
[77] Lewis, Bernard, El mundo del Islam, gente, cultura, fe, pp. 18-19.
[78] Pareja, op. cit., p. 82. El primero y el segundo califa procedían de clanes de importancia menor en la sociedad de la Meca.
[79] Vernet, op. cit., p. 166. Wellhausen, op. cit., p. 32.
[80] Martínez Montávez, Pedro, El Islam, p. 40.
[81] Diosa de las aguas puras y de la fertilidad.
[82] Quizás podríamos añadir a estas parejas la de Baal y Astarté, que eran eje de la religiosidad agraria prevaleciente principalmente en la región de Canaán.

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